Editorial

Al llegar a la ciudad no encontró nada. No había calles ni brazos de luz. Sólo el océano se escuchaba como un descanso extraordinario en la mente de los hombres. La familiaridad del agua traía la tierra mezclada y perdida de los viejos romanos y la América diamantina. De la cornisa del mar pendía un puerto distraído por el grito único de los marineros y mercaderes. Los últimos, decían, comerciaban con la palabra lenta. Discutían su origen, si provenía de la cárcel cervantina o de la soledad de Tucumán, si antes había sido grabada en las joyas de los banqueros toledanos o traída por los los tartésides, visigodos, los gauchos o Cortázar. Ni las perspectivas mágicas de Torres-García ni el orden de los siglos adivinaban el extraño origen. Había nacido, ella misma, en dos ocasiones, en dos lugares distintos. Su patria era el viaje eterno hacia la otra casa caliente que la recordaba.

«Al llegar a la ciudad…» David Roldán.

Una llave de hielo, la palabra
mío anunciando su desorden,
su estrategia sin mí.
Se derrite
la cerradura, y estás fuera.

Y dentro nunca hubo nadie.

«Una llave de hielo, la palabra» Raúl Quinto.

es primero en la tarde asfixiante, el fin de la alegría
un día, tal como este, una sonrisa,
un pita en el mejor griego de la ciudad,
junto a mí un sol, un sol distinto
uno mucho más bello del que luce hoy,
una melodía, un tirabuzón en un cabello negro,
una caricia, una peli de esas raras,
la muerte encarnada
y a su vez, un tiempo, un tiempo que se repite,
uno más entre otros tantos

«Eternas verdades del primero de junio» Rubén Carrera.

Primero hubo que soñar
y no fue fácil.

Ahora hay que tomar la
realidad entre las manos
acariciarla y creer en ella.
Confiar en un pequeño pájaro
recién salido de sí.

«Un pequeño pájaro» Irene Torra.

Por la mañana abandono mi sexo.
Al atardecer vuelvo
cuando me desnudo para entrar en la ducha.

Mi madre siempre dice que tengo los hombros de mi padre.
Con el vaho en el espejo el contorno es más ancho, más generoso.
Dibujo una línea recta con los dedos, con la mano la deshago.

En los ojos guardo la tristeza de las muñecas
que jugaron a ser hijas
y que mis padres acabaron regalando.
El agua fría me trae a mi cuerpo,
escondo el pene entre las piernas.

Mamá: ¿a quién me parezco?

«E io chi sono?» Ángelo Néstore.

En la persistencia hay un sacrificio y en el sacrificio hay un goce y en el goce hay una disipación que requiere, austera, la mecánica de otra persistencia.
Rafael Courtoisie

A la orilla rocosa del acantilado
aprenden a jugar una jauría de niños.
Pequeños y vacíos, ruedan dejándose caer
en la acritud de los enterramientos, caminos y exilios.
Descalzos, ocres, de rodillas y orinando,
en la alborotada tierra,
descubren una civilización antigua,
laberíntica, de ayer o de cuando ellos nacieron.
Con sabiduría arqueológica,
urdiendo la hendidura fresca y roja,
sus dedos combaten las raíces de otros brotes
que habían encontrado a la misma mujer hacía tiempo.
Igual que el pensamiento,
fluyen ellos ya con los brazos perdidos.
En la distancia son solo cuerpos
al sol
tumbados.
Nadie sabe del hallazgo ni hacia dónde, lentos, los lleva.

«El hormiguero» David Roldán.

Reposa en lo amarillo de las sábanas
en una calma arrugada
tenue y estable
fiel a su yacija
que a ratos agrada
a ratos apesta.

«Reposa en lo amarillo de las sábanas» Maria Pina Fersini.

No quiero llamar aún a este milagro de hoy
vago recuerdo; ni a este resistir, capacidad.

Quiero insistir en este día de enero
bajo este sol despistado que cierra
la jurisprudencia de lo humano.
Agradecer como agradece esa rama
que crece desde el cemento
creando una grieta de vida
donde sólo se esperaba grieta.

La ágil bendición de estar aquí sentado
tomando un café y leyendo a Alice Oswald,
después de comprar unos tomates recién cortados.

Y desde aquí aceptar todo lo que venga.

Celebrar el justo descalabro de todas las cortezas.
O recibir el riesgo tranquilo
de volver acompañado a casa,
y compartir estos tomates
con un poco de aceite,
y amanecer así con alguien
que no se arrepienta de nada,
que por la mañana sólo se acuerde
de los tomates gloriosos del día anterior,
del aceite carísimo que uso.

«Raft, etc.» Alejandro Simón.

He querido buscarme
como un topo que se enrosca a una entraña
y escuchar y oler por dentro
del mismo modo que los hombres
He querido perseguir
el hueco
fosilizarme en la raíz
palpar
en el ombligo
la cicatriz primera del alma.

«He querido buscarme» Yasmín C. Moreno.

y el mar tuvo que llenar todo mi hueco
Juan Ramón Jiménez

La primera impresión que tuve fue la de estar en cualquier parte: en un centro irreconocible que sin embargo se me antojaba fastidiosamente familiar. La densidad reticular de las calles indecisas que en su fijeza centenaria tiemblan como hojas, la altura de los insolentes edificios que de alguna forma —y he de decir que con celebrado éxito— esconden en el interior de la ciudad algo que ya hace tiempo que olvidaron. A veces pienso que en lo más recóndito de ese centro está, como descansando en su hermoso nido, la nada, y que esta ciudad no es sino la reificación de cuanto temo y amo: la vida. Una vida que se vive en su bajeza, que se distrae a sí misma mientras pasa, que no es más que una sucesión de cáscaras. Como estas calles —que ahora sí— me llevan donde el mar, que no es certeza sino presagio, no horizonte sino hondura. Aunque hay otras veces que no me da por conformarme, y no me vale el laberinto, la relajada estética de los balcones. Y busco de nuevo aquello que me aterra, que a todas horas me llama, si no el vacío qué será: algo de una trascendencia insólita —como volver a verte, por ejemplo—, algo que debiera ser como un dios minúsculo a la espera de su origen. Entonces ya no hay cerca que te esconda, ya no hay muro que te guarde, y voy a dentelladas. A pura sangre me desgajo en los rincones. Por ti. Por ti. Pero de pronto caigo: me he acostumbrado a tus límites, a la inmanencia de tu ausencia, a trazar lazos de luz sobre las cosas, a este umbral a ciegas. Llegado ese momento deseo que el mar irrumpa con bravura, engullendo la ciudad, y así comience por descentrar los centros, buscando siempre dañar el daño; perder tu pérdida; esconder este escondite.

Alghero, abril de 2017.

«Plano de la ciudad» Narciso Raffo.

La sed le ha hecho pensar en el asfalto
el brillo nutritivo de los ríos.
Dejando atrás la trampa del calor
el pájaro lo ignora,

pero escribe su error la historia de lo humano.

«Sed» Jesús Montiel.

Tantas palabras formando muros,
cadena sobre mi cuello.

En la esquina, el tendero habla de números
como nombrando flores
en el jardín de las monedas.

En casa los inquilinos se escuchan
como si lanzaran rocas al fondo de un charco.

Algunas voces son ríos
llevan el rumor del agua entre los dientes.

Hay ecos que permanecen,
que me despiertan en la madrugada
para darle de comer a sus hijos.

Otras voces son molinos,
hacen polvo los vocablos.

Yo me derrumbo sobre la cama
me tiendo en la espesa contextura del silencio,
me dejo habitar por todas las palabras que me han recorrido.

Pienso en devolver las letras a su origen
desnudas y libres del peso de mi lengua.

«Conversaciones» Luisa F. Jaramillo.

Poner diferentes bigotes
a la luna,
pasatiempo del gato.
*
Amanecer.
Por fin huecos de luz
entre los libros.
*
Si no baila el viento,
las palabras perdidas
lo zarandean.
*
Casi es un ala la forma
de la luna.
¿No volverá?
*
El primer viento que pasa
se lleva la soledad
a otro árbol.

*
Camino solo.
Una hoja de la calle
se da la vuelta.
*
La luz,
un muerto que no supiera
cerrar los ojos.
*
Cubro huecos en el papel
hasta sentir las manos
vacías.

«Haikus» Aitor Francos.

How many places in the body
were made to be destroyed once?
Sharon Olds

No sé cómo he llegado aquí,
y si lo supe, no lo recuerdo.

Quizá fue el calor a mediados de diciembre
o el río, que lo atravesaba todo,

partiéndolo en dos:
norte-sur; presente-pasado; tu piel

y el resto. Yo sólo quería beber.
Quería pararme a descansar

para continuar el viaje.
Y en su lugar, alguien tendió la mano

sin que pudiera evitarlo.
He vuelto a encontrar el asombro de tenerme cerca

al tenerte cerca. La primera noche
tras el verano. El río que creyó morir

tras escuchar a un cuerpo
desbordarse al beber sus aguas.

Pero es el cuerpo quien elige cuándo y dónde
se ha de quebrar:

¿qué otra cosa puede romperse
más de una vez?

«Sevilla, diciembre, 26ºC» Emily Roberts.

Todos los solos y los locos de Madrid
dentro de mi mano

poder cerrar el puño,
sin aplastarlos,
acercarlos a mi corazón
y recogerlos.

Yo me conmuero y me condolo
de las largas soledades que caminan
o montan su teatro sobre el suelo.

Qué lejos de ellos está la mano.

Con qué ferocidad sus vidas
se han hecho tan ajenas
de aquella caricia primera
que los acogió y posó
entre dos senos.

Aislados entre el mar,
náufragos en sí mismos,
destacan como estrellas en el cielo.

Mis locos y esperpénticos amigos
son cómicos con un penoso sueldo.

«Todos los solos y los locos de Madrid» Juan Carlos Polo.

a mi hijo

Por cada pájaro que despega cae
una hoja
y se quiebran juntos
por el destino opuesto
de la tierra y del cielo.
Por cada hijo que nace un cuerpo
se hunde y no lo vuelves
a ver
y no sabes
a quién pertenece ciertamente
y se queda ahí quieto sobre la alfombra
como un paraíso doméstico
que te hace brotar su tesoro
entre las manos.

Levántate y camina ordena el viento de la tarde sobre el muelle
y efectivamente rueda la piedra
baja el escalón en soledad
un ruido sordo
un cuerpo que vuelve a la arqueología
de su silencio
un sorbo que baja
sordo

y está en el fondo
sobre la gran panza del animal
en la gran cuna del estómago del animal
en la bolsa resplandeciente
del mar.

7 horas, 11 de julio de 2014.

«Por cada pájaro que despega cae» Francesco Iannone.

(Texto original)

a mio figlio

Per ogni uccello che decolla una foglia
cade
e si schiantano insieme
per l’opposto destino
della terra e del cielo.
Per ogni figlio che nasce un corpo
s’inabissa e non lo vedi
più
e non sai
a chi davvero appartiene
e resta fermo lì sul tappeto
come un paradiso domestico
che ti germoglia il suo tesoro
sulla mano.

Alzati e cammina ordina il vento la sera sul molo
ed effettivamente rotola il sasso
scende il gradino in solitudine
un tonfo secco
un corpo che rientra nell’archeologia
del suo silenzio
un sorso che va giù
sordo

ed è sul fondo
sulla grande pancia dell’animale
nella grande culla dello stomaco dell’animale
nella sacca splendente
del mare.

ore 7, 11 luglio 2014.

«Por cada pájaro que despega cae» Francesco Iannone.

París, las ratas y las alcantarillas
París y sus regustos

Me han dado náuseas
Vértigo hasta caerme

Y sus olores que obligan a taparse la nariz
Me han traído pensamientos pestilentes

París, su insolencia y su miseria
Sus madres desdichadas y sus desechos humanos

Todos persiguen la locura del metro
En este caos en búsqueda de trabajo

París, sus amigos y sus noches
Te obligan hasta las doce

A rechazar la sobriedad,
A confiarte sobre el altar de la amistad

Y a olvidar que las ratas con sus vientres destripados
Están aquí abajo a tu lado

París, te dejo y ya está bien

Resistiré al embiste de tus invitaciones
A pesar de tu organismo hecho de tentaciones

Por el momento, no me quedan ganas de volver a encontrarte.

«Je parie Paris» Lara Tournemire.

(texto original)

Paris, les rats et les égouts
Paris et ses arrière-goûts

M’ont donné des nausées,
Des vertiges à en tomber

Et ses odeurs à s’en boucher le nez
M’ont mené à des pensées pestiférées.

Paris, son insolence et sa misère
Ses débris humains et ses pauvres mères

Poursuivent tous la folie du métro
Dans ce capharnaüm de recherche de boulot

Paris, ses nuits et ses amis
Te forcent jusqu’à minuit

À rejeter la sobriété,
À te confier sur l’autel de l’amitié

Et oublier que les rats sont éventrés
Ici bas à tes côtés

Paris, je te quitte et c’est bien fait
Je résisterai à l’appel de ton invitation
Bien que ton organisme soit fait de tentations

Pour le moment, je n’ai aucune envie de te retrouver.

«Je parie Paris» Lara Tournemire.

Bebes
Tienes la rabia
Eres como un perro enjaulado

Nunca quedas saciado
Y deseas devorar
Masticar sin fin

Los restos de carne fresca

Te crees el rey
En tu ruedo de perras
Y follas sin escrúpulos

Las noches en Marrakech

Estás lleno de vicios,
Y te ahogas en el abismo
De entre sus muslos

Estás deshidratado
Deseas lamer
Apurar las últimas migajas

De esos deliciosos manjares

No eres sino locura
Predicas el peligro
Otra vez y siempre comer

Pero otra vez y siempre, me das hambre.

«Chair ami» Lara Tournemire.

(Texto original)

Tu bois
Tu as la rage
Tu es tel un chien en cage

Tu n’es jamais rassasié
Et désire dévorer
Mastiquer sans fin

Les restes de chair fraîche

Tu te crois le roi
Dans ton arène de chiennes
Et baise sans gêne

Les nuits à Marrakech

Tu es plein de vices,
Et te noies dans l’abysse
De leurs entre cuisses

Tu es déshydraté
Tu souhaites lécher
Écumer les derniers zestes

De ces délicieux mets

Tu n’es que folie
Tu prêches le danger
Encore et toujours manger

Mais encore et toujours, tu me donnes faim.

«Chair ami» Lara Tournemire.

Lo terrible es el borde, no el abismo.
En el borde
hay un ángel de luz del lado izquierdo,
un largo río oscuro del derecho
y un estruendo de trenes que abandonan los rieles
y van hacia el silencio.
Todo
cuanto tiembla en el borde es nacimiento.
Y sólo desde el borde se ve la luz primera
el blanco -blanco
que nos crece en el pecho.
Nunca somos más hombres
que cuando el borde quema nuestras plantas desnudas.
Nunca estamos más solos.
Nunca somos más huérfanos.

«En el borde» Piedad Bonnett.

Self-portrait as a child - Clemens Krauss

«Self-portrait as a child» obra de Clemens Krauss.

Crítica de arte a la obra
“Self-portrait as a child” de Clemens Krauss
por David Caramazana Malia.

“Eva y Adán”

Existe una corriente de pensamiento que explícitamente intenta definir (o convertir) el arte contemporáneo en un producto cerrado, hallado sólo dentro de un contexto mercantil, casi encriptado. Si se nos permite decirlo, cuando filósofos como George Dickie afirman y difunden categóricamente que el Arte es lo que el mundo del arte dice que es Arte asistimos a una indudable prostitución del término. ¿Si no hay mercado de arte o gente “entendida” que diga lo que es arte, supone la ausencia de él?
La feria de Arco de Madrid 2017 ha traído, según los analistas, “una recuperación del mercado artístico, con especial dinamismo en las ventas” tras varios años de crisis. No es nuestro propósito comprobar los datos económicos de esta feria de arte actual, sino reflexionar de hasta qué punto una obra expuesta en él puede sugerirnos un bello diálogo con el ambiente de recepción estético español. La pieza en cuestión es la que nos hemos tomado la licencia a llamar Eva y Adán, del artista Clemens Krauss, y su peculiar interlocutor social, el famoso autobús de HazteOir.
La obra de Krauss ha sido concebida como una escultura hiperrealista innovadora (Imagen). Se ha planteado de manera que el espectador se tropiece con una pareja desnuda desparramada en el suelo, mostrando los signos de un volumen corpóreo incompleto. Es realmente una masa confusa, pues vaciados de órganos, musculatura y huesos, sólo se aprecian los efectos externos (la piel). Sin embargo, cuando uno se detiene y contempla con paciencia el conjunto, cae en la cuenta de que se trata de una sola figura, sesgada desde un brazo hacia el otro -como si fuese un libro abierto-, y de la que solamente ha quedado la cáscara; la imagen externa.
Sin embargo, este retrato exterior no se muestra claro. El primer golpe de vista asociaba la contradictoria idea visual de una mujer para la parte de frente, y la de un hombre para la porción que está de espaldas. Ahora, con un segundo acercamiento e indagando en las posibles intenciones del artista, aseveramos que se trata de una figura andrógina. Aspecto facial indeterminado, genitales femeninos y una carencia de pecho, es la evidente muestra del cóctel de género que nos presenta. Al mismo tiempo, tanto la parte trasera señalando los glúteos, como la delantera haciendo lo propio con la vulva femenina, inciden en la connotación sexual. ¿Qué puede sugerirnos todo esto?
De sus muchas lecturas, a nosotros nos suscita la cuestión del transgénero. ¿Eva es la que nace de la costilla de Adán o bien debiera ser al revés según los conocimientos científicos actuales? Paradójicamente es Adán, el hombre, el que se forma género masculino separándose hormonalmente de las facciones femeninas en su gestación. En palabras llanas y poco rigurosas, es la mujer y su estética, la que impera en los cuerpos humanos. Aquí vemos que el cuerpo no ha terminado de materializar sus características estéticas, y se mantienen ambas apariencias atractivamente unidas en una piel desnuda. El acto de creación es distinto, y no por ello menos hermoso.
Su valor artístico, en tanto que herramienta para la reflexión social de este colectivo, es capital. ¿La sociedad contemporánea aboga por la integración de personas que albergan un “ser diferente” en su interior, o bien oprimen las decisiones de los que buscan cambiar su “piel” para adecuar lo que sienten? ¿Se acepta lo “indeterminado” estéticamente hablando? El grado de permisibilidad y tolerancia que ofrezca una sociedad ante esta decisión personal, está íntima e insoslayablemente ligado a su evolución moral.
Parece que la recepción de esta escultura en Arco 17’ ha tenido cierto grado de atención, al menos como observamos repetidamente en las fotografías generales que documentan la exposición. No obstante, nos encontramos en las antípodas de la recepción que ha tenido el otro interlocutor referido: el autobús de HazteOír. Se trata de una comunicación visual arrolladora. Una máquina afinadamente pensada en tanto que creemos apropiado reseñarla también como objeto artístico.
Conviene empezar por las intenciones del ideólogo-artista que ha propuesto la comunicación, pues ha contemplado el medio de difusión, se ha preocupado de la escala y ha previsto la influencia planificando varios estacionamientos y localizaciones. La frase principal que anuncian es: “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo”. Además, otra frase secundaria añade más información: “No permitas que manipulen a tus hijos en el colegio. Infórmate con el libro que no quieren que leas”. Todo acompañado de dos iconos, uno de un niño con pelo corto y pantalón, y otro de una niña con coletas y falda. De tal magnitud ha sido el debate suscitado en el país, que ha inundado redes sociales, periódicos y medios audiovisuales.
¿Qué ha dicho la sociedad española? La mayoría de los ciudadanos han levantado la voz ante lo que consideran un fomento del odio a este colectivo, altamente castigado en las estadísticas desde bullying escolar. El Tribunal Supremo ha censurado la información, considerándolo anticonstitucional. Por nuestra parte, no podemos sentirnos más orgullosos de esta contestación social, pues nadie en su sano juicio quiere manipular a un niño. Decimos en su sano juicio porque ya hay doctores y catedráticos de comunicación que han demostrado quién estuvo enfermo del juicio y cómo efectivamente sí se manipularon niños españoles. Quién sabe si las secuelas de algunos de estos niños, intentando hacerse oír, podrían estar manifestándose hoy en día en forma de autobús.
Si George Dickie y otros consideran anecdótico comparar un suceso comunicativo de los mass media con una “verdadera” obra de arte -las que están encerradas en museos-debemos recordar que como pasó con el estudio de las entradas reales en las ciudades desde tiempos romanos, las fiestas del Corpus Christi o los Autos Sacramentales, vistos por todo el pueblo, y que consideramos hoy como parte de un hecho artístico, cualquier ámbito de la vida puede ser tomado por las futuras generaciones como arte. La segregación en el mundo cultural perturba a un necesario enfoque panorámico.
Por consiguiente, ese lejano ambiente que dibujamos para el 90% de la población del pasado, la que normalmente no pudo deleitarse (principalmente por motivos económicos) con lo que hoy etiquetaríamos “obra de arte de su época”, podría ocurrir actualmente con el desapego generalizado a las obras contemporáneas, desconectadas y separadas de la sociedad en la que vivimos. Las nuevas claves podrían estar en que no todos nos gastamos veinte euros para entrar en Arco, pero sí que muchos tenemos “nuestra pantalla” y opinamos sobre otros objetos visuales que son potencialmente arte, aunque no sepamos realmente que se les puedan llamar así.

«Eva y Adán» David Caramazana Malia.

No sin razón se me tiene por uno que pasado decenios -ciertamente no es una dedicación muy divertida- pintando sobre la pared la imagen del globo pelado rotanto en el espacio, es decir, previniendo contra la autoaniquilación de la humanidad, contra el “mundo sin hombres” (tal vez incluso sin vida).

Esta “idea fija” (como acertó Bloch, condenado a esperar permanentemente sin esperanza) me ha compañado a lo largo de más de la mitad de mi vita philosophica. Ahora bien, esta “preocupación” por el posible final, que se puso en marcha de repente, el día de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, ciertamernte no se podía traducir de imediato en “textos”, pero sí representa propiamente un viraje (por utilizar términos de Heidegger): un viraje de mi original tema principal, pues, antes de esa fecha de cesura, casi todas mis preocupaciones especulativas, polítcias, pedagógicas, literarias -me parece que apenas tiene sentido diferenciarlas- habían valido justo para lo contrario, es decir, para hombres sin mundo. ¿Qué quiero decir con esa fórmulo?
Varias cosas.

“Hombres sin mundo” eran y son quienes están obligados a vivir dentro de un mundo que no es el suyo; dentro de un mundo, que, a pesar de estar producido y manntenido en movimiento por ellos con su trabajo cotidiano, no está construido para ellos (Morgenstern), no está-ahí para ellos; dentro de un mundo, para el que ellos han sido pensados, utilizados y están ahí, pero cuyos estándares, aspiraciones, lenguaje y gusto no son los suyos, no les están permitidos.

Esta tesis es una ampliación de la tesis principal de Marx, según el cual el proletariado no es dueño de los medios de producción, con  cuya ayuda produce y mantiene en movimiento el mundo de la clase dominante. Ciertamente, mi tesis es más general que la de Marx (pero no la contradice), pues se refiere a algo ontológico, a decir verdad, a algo negativamente ontologico. Con esto quiero decir que lo que el proletariado no puede denominar como propio no se reduce a los medios de producción creados y utilizados por él; tampoco a los products of easy life, creados igualmente por él: esta definición de falta de libertad sería demasiado estrecha. Lo desicivo es más bien -y en eso consiste lo “negativamente ontológico”- que el mundo, que él mismo fabrica o, al menos, en cuya fabricación participa, no es su mundo, en éste no está en su casa (tan poco como lo está el albañil en la casa en cuya edificación ha participado). En otras palabras: dado que vive sólo para el mundo de otros, para un mundo en que otros han de sentirse en su casa, no se le puede aplicar propiamente la caracterización fundamental de Heidegger del ser humano: que éste sea, de suyo, ser-en-el-mundo; propiamente no vive en, sino sólo dentro del mundo: dentro del mundo de otros, es decir, de la “clase dominante”, por más suaves y blandas que resulten las “cadenas” que le mantienen encadenado a ese mundo de los otros, y le lleven a considerarlas como el “mundo”, incluso como su mundo, y ya no pueda imaginarse otro mundo y no esté dispuesto de ninguna manera a “perderlo” y hasta quiera defenderlo con uñas y dientes. Mediante su lucha por el puesto de trabajo, en la que el trabajador produce a menudo cosas sin sentido y catastróficas, y sobre el que afirma tener un derecho (incluso sagrado), demuestra cuán poco vive en su mundo y que, sin ser consciente de ello, es sin mundo.

La expresión “hombre sin mundo” se refiere, pues, a un hecho de clase. La afirmación de Heidegger (concebida como antropología = universalmente válida) de que el Dasein (el ser específico del hombre) es de suyo un ser-en-el-mundo, vale esclusivamente para el hombre que pertenece a la case dominante: sólo él puede identificarse con lo que le rodea hasta el punto de reconocerlo como su mundo (con ello, “mundo como existencial”) y puede darle la razón a Heidegger. Que sus estudiantes (el noventa por ciento de los cuales eran pobres estudiantes obreros) jamás le hicieran esta objeción es un hecho político sorprendente, que no corresponde tratar aqui. Dicho hegelianamente: el “ser del esclavo” no es un “ser-en-el-mundo”, precisamente porque no vive en su mundo, sino en y para el mundo de los “señores”. La pregunta “¿a quién pertenece el mundo?”, que supuestamente define nuestro Dasein, jamás la propuso Heidegger en su prolijo análisis del concepto de mundo, a pesar de su insistencia en la Sorge y de su propia experiencia de pobreza duante años. Y tampoco tuvo nunca la idea de que quizás uno sólo “es en el mundo”, sólo se pertenece al mundo, que le pertenece de manera compartida.

Fragmento del libro Hombres sin mundo. Escritos sobre arte y literatura Günther Anders.

Pre-textos. Valencia, 2007. Págs. 13-14.