Martin Eden, Penguin Classics, United States, 1994. Jack London.

¿Acaso es que la sabiduría aparece en la tierra como un cuervo, al que un tenue olor a carroña lo entusiasma?…
-El problema de Sócrates-. El crepúsculo de los ídolos.
FRIEDRICH NIETZSCHE.

Martin Eden (1909) es la mejor advertencia que el joven del siglo XXI puede recibir de aquellos que vivieron en el XIX. Es la confesión más íntima y honesta que Jack London (1876-1916), podía dejar a la posteridad; y Martin, su personaje más complejo, acabado, autobiográfico, universal, eterno, atemporal y necesario de ser nombrado a los oídos de los jóvenes de todas las épocas.
Martin Eden es un marinero del San Francisco finisecular que, tras enamorarse de Ruth, una joven burguesa intelectual y estudiante de literatura en la Universidad de California – Berkeley, alimenta con una punzante obsesión el deseo de alcanzar una buena educación y cultura. Entonces Martin abandona el mar, corrige su manera de hablar, perfecciona su escritura y se inicia en la ardua y valiente tarea de ser escritor. Aunque incentivado por el mundo al que Ruth pertenece y su necesidad de sorprenderla, termina descubriendo el placer de la belleza por la belleza. Ignorante y feliz en su inocencia inicial, el conocimiento lo conduce a un estado de incómoda conciencia, de intenso dolor ante el peso del mundo, a una situación de derrota, melancolía y absoluta oscuridad. Martin es, en palabras de Andrew Sinclair, un auténtico Bildungsroman, un individuo que en su evolución de hombre primitivo a hombre sabio descubre la más profunda tristeza.
Al igual que los jóvenes poetas actuales, estaba hambriento de cultura, lectura, escritura, manuscritos en mano y fama, sin tener apenas tiempo para degustar con las manos y ojos los libros e ideas que el mundo le ofrecía. Había que trabajar. Había que volver al mar. Los periódicos no publicaban las que consideraba sus mejores obras. Pero el mar quedaba demasiado lejos. Había que trabajar, sí, trabajar en cualquier otra cosa, ¡en una lavandería!, y leer, leer de madrugada y luego levantar de la dura tabla que era la cama para planchar la blancura del traje del prójimo. Había que comer. Había hambre.
Narra London también el quehacer, destino y lastre de muchos escritores actuales: ante la necesidad de obtener dinero y de ser ligeramente conocido, Martin optará por escribir bromas sencillas y vacías para los suplementos de los periódicos: it’s not art, but it’s a dollar, diría Martin; It may be a dollar […] but it is a jester’s dollar, the fee of a clown, diría Ruth con la tristeza propia del que observa al que se deja llevar por aquella marea inevitable.
Martin Eden demuestra la más bella intimidad del ser humano que ama la cultura y belleza universal: el fetichismo de verse rodeado de libros, tocarlos, hojearlos y quitarles el polvo, verse con la boca llena de ideas en una charla en público… Uno queda absorbido por el cultivo y culto a uno mismo. Y es que el aquí bien retratado sentido individualista del capitalismo estadounidense floreciente a inicios del XX, sigue perviviendo entre nosotros hoy: seguimos siendo esclavos de la exigencia de tener que elevarnos constantemente. No hay libertad posible.
Pero Martin Eden también trae otra verdad universal: el impulso de cultivarse a uno mismo por amor. Por impresionar, por llenar y llegar al otro. Mientras tanto, Ruth generará el paternalismo propio del que admira a su hijo dar los primeros pasos. Aunque los deseos de ser publicado y conocido lo arrastrarían a una lucha constante con las altas esferas corrompidas y estancadas del mundo editorial, el joven Eden, sobre todo, ansía dejarse caer en los brazos de la belleza y ser mecido ante la atenta mirada de Ruth. Esta intimidad juvenil, este anhelo de un muchacho de veintiún años, trasciende a día de hoy y nos habla de nosotros mismos: sólo una mujer o un hombre al que amar y la poesía en el celaje…
Martin Eden no obtuvo el recibimiento esperado entre sus contemporáneos, y es que la había escrito para las generaciones venideras, no para la suya propia. Resulta extraño, incluso, que no esté completamente olvidado en la actualidad: London ridiculiza el esfuerzo y trabajo diario, que no llevan más que a la derrota de uno mismo. Y sin embargo, ahora que el capitalismo y el individualismo más perfecto triunfan, Martin sigue alzándose para muchos entusiastas: en él encuentran cobijo a su soledad. Pocos perciben la verdadera intención de London: ¡Martin fue una víctima del mundo que se aproximaba, de los aires de grandeza, de la belleza por la belleza, que hoy no alimenta ni llenará nuestros estómagos!
London construye así el perfecto retrato del individuo contemporáneo del siglo XX: el futuro héroe nietzscheano. Por eso, aunque normalmente cercano a los valores progresistas de la época, el escritor californiano recibiría duras críticas de los sectores de izquierdas. Pero, en realidad, no construye un nuevo ídolo, sino que en Martin se percibe una caricatura de la ambición humana. Somos lo que nos han dicho que debemos ser.
Que no debemos seguir este camino, dice. Pero aun acabando la última página de la novela, uno siente las fuertes ansias de escribir y dominar el mundo. Martin contagia y atrapa pese a que London advierta y diga “cuidaos y que el amor por la belleza no os lleve”. Lo que London nunca dijo fue que Martin era él mismo, y que nunca pudo escapar de la inevitable hambre que también nos llevará a nosotros.

David Roldán Eugenio.

Presentación primer número
The first issue of Zéjel: Art, Literature and Thought Magazine, is now a reality. Just a few days ago we got our hands on the volume fresh off the press, and we can hardly resist sharing it with you. For that reason, we’ve organized the presentation of the first issue in the small Sevillano palace, Casa de las Sirenas (House of the Mermaids,) situated in the heart of the beautiful Alameda de Hércules neighborhood of Seville.
The date chosen for the presentation is Thursday, September 29. At the event, you will not only be able to purchase a physical copy of the magazine, but also experience a special opportunity to meet the diverse authors that have published in the issue and will recite some of their creations live. What’s more, one of the original translations of Donald Hall‘s poetry will be recited, and the selected photograph by artist Adrián del Campo from the «Visual Arts» section of the issue will be presented. We would love to have you at what will be the first public act of the magazine.
 Primer número de zéjel
Last Thursday, 19, we presented the first issue of Zéjel: Art, Literature and Thought Magazine, in the house-museum Casa de las Sirenas (House of the Mermaids,) located in the heart of the beautiful Alameda de Hércules neighborhood of Seville. It was a great pleasure for the whole team to see the interest that Zéjel stirs in the public, and to be able to share with all of the attendees the physical issue, a publication that represents the materialization of months of work and the beginning of what we hope will be a long-lasting endeavor.
Several poets from Issue I joined us at the event, such as the featured artists from the «Visual Arts» section, and Antonio M. Vileya, whose review of Miguel Floriano can also be found in the magazine. We can’t forget about all the other excellent artists who collaborated on this issue but found themselves too far from Seville to make it to the event.
At the presentation, the editors Juan Carlos Polo Zambruno, Narciso Raffo Navarro, David Roldán Eugenio, and although not physically present since she is currently in the United States, Julia Vasta, presented the project and made public the first physical issue of the magazine.
Afterward, several participating poets recited their published texts, turning the presentation into more than a mere expository act of the contents of Issue I, but a poetic event in itself. We projected a recorded recitation of one of the two new original translations of Donald Hall‘s poetry, and concluded the first public act of Zéjel: Art, Literature and Thought Magazine with a presentation of the featured photograph of the «Visual Arts» section of Issue I.

Presentación Primer número de Zéjel. Revista de arte, literatura y pensamiento.

El pasado jueves 29 de septiembre presentamos el primer número de Zéjel. Revista de arte, literatura y pensamiento en la casa-palacio Casa de las Sirenas, situada en el corazón de la Alameda de Hércules de Sevilla. Fue una gran satisfacción para todo el equipo comprobar el interés que suscita Zéjel y del mismo modo poder compartir con todos los asistentes el libro físico, que es la materialización del trabajo de meses y el comienzo de lo que esperamos sera una publicación con muchos años por delante.

En el evento nos acompañaron varios poetas del número, así como el artista de la sección –Artes Visuales– y Antonio M. Vileya quien firma la reseña sobre Miguel Floriano en el volumen. El resto de creadores no pudieron asistir por habitar o encontrarse puntualmente lejos de la ciudad de Sevilla.

En el acto los editores Juan Carlos Polo Zambruno, Narciso Raffo Navarro, David Roldán Eugenio y, aunque ausente físicamente por encontrarse en Estados Unidos, Julia Vasta, presentaron el proyecto y e hicieron pública la edición física de la revista.

Posteriormente, distintos poetas participantes en el volumen recitaron sus textos publicados, haciendo de la presentación no un mero acto expositivo del contenido de la revista sino un evento poético en sí mismo. En el mismo, se reprodujo una grabación recitada del poema cedido por Donald Hall y expuso la obra seleccionada de la sección –Artes visuales-, concluyendo el que fue el primer acto público de Zéjel. Revista de arte, literatura y pensamiento.

Zéjel es, en primer lugar, un acto de amor. Nace arropado en el cariño de cuatro amigos que han aprendido a amar las mismas cosas y, entendiéndolas como una herramienta imprescindible, se han empeñado en no abandonarlas.

Amor a la letra fecunda y fecundada, a los muertos persistentes en el tiempo, al pensamiento que derrama semillas y germina, al hambre y al pan que no está hecho de harina ni quiere harina pero sacia, a la imagen que inunda, a la música que ciega y al espectáculo que paraliza. Amor a lo bello que produce el hombre, como da el árbol sus frutos.

En el mundo que hoy habitamos donde millares de personas encuentran su nicho salado en el mar o se consumen en un destierro que nunca se recompone entre fronteras, con una Europa cada día más pequeña, la guerra en el cuadrado iluminado de nuestras casas siempre presente, la amenaza constante como sustrato donde plantar cada nuevo día y un infinito de manos que no pueden trabajar una dignidad con la que vestirse. Este mundo que hoy vivimos, nos impone con demasiada rigurosidad ser conscientes de las peores producciones de los hombres y es por eso que se hace aún más pertinente que nunca la creación de una revista como esta.

Zéjel pretende recolectar dentro de su humilde forma parte de las muchas cosas bellas que hacen hombres y mujeres a lo largo del mundo y no encuentran, desgraciadamente, todos los canales y afluentes que se le deben para que pueblen nuestra vida y la compongan con la misma presencia con que lo hace lo atroz.

Grano o montoncito de arena, Zéjel nace con este propósito y cada ejemplar no será más que un menudo acto de amor y de generosidad. Convencidos de que Borges no se equivocaba cuando en su última aparición en público, como cuenta el mismo Fernando Arrabal e incluye en su película dedicada al escritor, concluyó diciendo “conviene vivir generosamente, generosamente, generosamente…”.

Es con esa sana generosidad con la que los creadores nos ceden sus obras y se prestan a la composición de un número como el que hoy se presenta en las páginas sucesivas. Manos y huesos y tendones de muy distintos lugares y tiempos han compuesto estos frutos que hoy aquí recogemos y os presentamos como un plato necesario convencido de su valor.

«Zéjel es, principalmente, un acto de amor» Juan Carlos Polo Zambruno.

He de merecer esta tierra que engullo cada día.
Esta nostalgia cruel en que llevo
sumergido treinta años sin que los frutos de mi casa nazcan
gloriosamente por el globo,
y se expandan dóciles en cada puerta cerrada
y en los lodos estériles
y en las almas hechas añicos
y en los cementerios umbríos en noviembre.

En cada lugar que piso y pisas
-tú lo haces siempre mejor que yo: pisar y pasar-
no es que florezca nada, sino que hacemos el amor
con los ojos,
por el camino virgen del espacio que separa nuestras miradas.

En cada lugar que piso y pisas
deja de morir una especie que no conocemos
y somos mesías inconscientes,
no fundadores de dogmas.
Somos tan sencillos al final que tiemblo con la palabra Amor.

Yo merezco esta tierra y este aire regalado
de cada día,
aunque sea brevemente por una vida;
debe valer, servirme, tan sólo una vida
para comprender que la misión a cumplir
no es otra que sostener el mundo
de otro.

«He de merecer esta tierra que engullo cada día» Israel Álvarez.

Te llaman luz, amor. Hoy te llamo derrota.
JAVIER EGEA

Inevitablemente tuvimos que ser jóvenes,
mostrar una sonrisa honesta –a veces-,
desconocer aquello
que no correspondía a nuestra edad.

-La vida entonces era el juego.

Pero nos sorprendió el amanecer
tumbados a este lado de la mar
como los que reciben al verano
en los umbrales de las casas viejas.
Heredamos la luz a punto de estallar
en este marzo incansable
de madrugadas ebrias
y balcones floridos.
En cada imagen nueva
hay una voz antigua
que susurra los nombres
velados de las cosas.

Presiento
que la vida es el rojo carmesí
de la tarde, esta primavera intensa
que se rinde y perece
cuando tú miras hacia la otra orilla.

«Esta primavera que perece» M. Carmen Márquez.

Puedes amar
pero no expongas a la luz
lo que has de hacer de noche,

pero no rompas tus grilletes
-la cadena es de oro:
da las gracias,
corresponde la voz con tu silencio-.

Guárdate de los ojos,
eres una extranjera:
no reclames,
no tomes de la mano a nuestras hijas.

Toleramos que existas:
es bastante.

«No tomes de la mano a nuestras hijas» Rocío Acebal.

Que el rubio de los cuerpos me ilumine
en las oscuridades de la noche,
bien entrada la noche, o por el día
oscuro de suburbios
en un abandonado callejón
o también por el centro, en callejones
abandonados al deseo.

Y no sólo son rubios, son morenos
los cuerpos, como el pan
que amaso y parto y como
con ansia y hasta deshacerse al fin
en mí, en otro, en la sombra,
la sombra última pasados años
de placentero amor, de los placeres
sin amor, sin cuidados, sin el tiempo.

Que el tiempo guarde el alma,
que el cuerpo goce al cuerpo,
que afrodita me coja confesado.

«El deseo» Mario Vega.

Quizá el fervor. Ediciones la Isla de Sistolá, 2015. Miguel Floriano.

Miguel Floriano (Oviedo, 1992) es poeta, de los que parecen marcados simétricamente por el signo de las vivencias y el peso de la impedimenta lectora. A veces, lo sensorial y la experiencia conjugan de forma maravillosa creando artistas de vocación viciosa, “y que jamás sería tan dulce de otro modo”, donde todo se mezcla. El principio y el sonido. El verso y la música. La destreza y la transformación. Su poemario, Quizá el fervor, perteneciente a la colección de Poesía TIERRA de Ediciones La Isla de Siltolá, en el que aparecen desde los clásicos sonetos hasta haikus de corte existencialista pasando, en su mayoría, por composiciones de forma libre, es prueba inapelable de ello.

“Oscuramente, con exactitud de vislumbre”, el poeta sabe enlazar los ecos de familiares voces hasta erigir poemas desconocidos que suenan, que suenan en el amplio sentido del verbo, porque muchos acaban adquiriendo ritmillo de canción lenta. Poco a poco, “al suave y melancólico compás/de los paisajes sucediéndose”, vamos siendo trasladados al campo de la íntima experiencia, tan íntima que nos acaba asaltando objetiva, porque “en la extraña verdad en que habitamos/ya no sé quién sois vos ni quién soy yo”.

Floriano ha escogido cada palabra de este poemario con actitud de francotirador, y siendo así, no es extraño tener la sensación (porque a eso acaba reduciendo la experiencia el Floriano que escribía este poemario: lo sensible) de asistir a una inmersión ejecutada con mimo y destreza. El ovetense, a pesar de su temprana edad, demuestra ya manejar como pocos las exigencias de la poesía cuando los versos van a rodar sobre el horizonte afectivo y homenajea con orgullo a otros poetas de su ciudad como Julio Rodríguez o Ángel González con el verso o “la mano, en su ofrenda o en su astucia”.
Por instinto y naturaleza, a veces emergen voces entusiastas y llenas de incipiente lírica. No forjadas solo por la intuición y el azar, también moldeadas con el método y la forma.

Qué más podría pedirte, a estas alturas
en que ya las palabras
rehúsan su miseria, en que las manos
se otorgan a la caricia, mansamente,

y después tu sombra en los caminos
de marcha y de regreso.

Qué más podría pedirte, ahora que ya
pasea por tu piel el delicado
fulgor del mediodía, igual que si rogase
cariño, igual que si no fueran
urgentes las promesas.

Qué más podría pedirte. Un misterioso
péndulo de luz ronda
ahora tus mejillas. Acércate,

acércate tan solo, quiebra el aire,
que mis labios descenderán del sol.

No hay duda de que Miguel Floriano, es una de ellas.

Antonio M. Vileya Pérez.