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«Miedo» Carlos Asensio

He inventado el incendio en el que ardo
Juan Vicente Piqueras

Mi pecho henchido de sollozos que no prosperan y mis palabras acurrucadas
entre el paladar y la lengua por temor a otro rechazo de medianoche.
Sí, abrí los ojos como respuesta a la anarquía del aire.
Y también alargué la mano para intentar palpar la simiente de arrojo que
sobrevuela estas calles.
Conocerte fue un vahído y una contraposición de luces del ocaso: un
momento fulgurante, científicamente absurdo.
Y el cielo escupe y llora y ríe y tose y lanza sobre mi cuerpo una red de
nubes repleta de pensamientos voraces.
Angustia. Desasosiego. Agitación.
Entonces aterriza el miedo, criatura magnificente, con alas de murciélago,
lengua de serpiente bífida y poderosas pezuñas de felino antártico.
Clava sus dientes sobre mi carne desnuda, pero no despedaza; cuando
palpa el hueso, se detiene.
A veces el mejor ataque es permanecer inmóvil, dejándose consumir. En
ocasiones la salida más evidente es esperar al desangre, al colapso de las
emociones.
Como un morir y renacer que se convierte en experimento de la
desesperación.
Comenzar a quererte fue una prueba de necesidad y de fuego, un
complicado puzle de espejos. Una respuesta a una plegaria pagana y
contradictoria.
Empiezo todas mis cartas con un intento de declaración, con un esbozo de
manifiesto vanguardista de los sentimientos. Y termino bailando bajo
fresnos y su hipnótica lluvia de hojas caducifolias.
¿Cómo detener al sol en su lucha contra la piel?
¿Cómo vencer a las bocas, los cuerpos, los sexos?
¿Cómo no claudicar ante el miedo
con su aliento de fuego?

«Miedo» Carlos Asensio.

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