«Il est bel et bon» Mercedes Cebrián
Il est bel et bon, commère, mon mari. (…)
Il ne me courrouce, ne me bat aussi.
Il fait le mènage, il donne aux poulets,
et je prends mon plaisir.
Pierre Passereau, S. XVI
En esta cantimplora que acarreo
llevo un marido líquido: no lo bebo a sorbitos
para entrar en calor, sino que lo transporto, lo observo
y lo mantengo intacto. No se lo ofrezco a otros para que se reanimen,
como sin duda haría un perro San Bernardo.
Tampoco él me acaricia, porque es líquido,
pero como las manos que me dan por la calle
resultan ser de cera y fundirse al momento,
es lógico pensar: “la que pertenecía a mi marido líquido
está en la cantimplora, derretida”.
La agito y algo suena: es la alianza,
que aún no la vendí.
Se desperdiga el marido por toda la botella de aluminio
en el furor de un baile sin trabas ni ataduras.
Ya no lo reconozco. Ni siquiera me habla,
pero hace compañía porque pesa
y otorga contenido al recipiente. Es el tapón de rosca
el modo más fiable
de asegurar su presencia en mi vida.
Mientras tanto, cansada de ser Calipso para otros,
ya no prometo la inmortalidad
a cualquiera que se acerque a besarme.
Antes bien les ofrezco listones de madera
para construir su balsa.
Salid a navegar, sed vuestro propio
océano, vuestro propio vaivén.
«Il est bel et bon» Mercedes Cebrián.
* Malgastar, La Bella Varsovia, Granada, 2016.
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