«Quizá el fervor. Miguel Floriano» Antonio M. Vileya Pérez
Quizá el fervor. Ediciones la Isla de Sistolá, 2015. Miguel Floriano.
Miguel Floriano (Oviedo, 1992) es poeta, de los que parecen marcados simétricamente por el signo de las vivencias y el peso de la impedimenta lectora. A veces, lo sensorial y la experiencia conjugan de forma maravillosa creando artistas de vocación viciosa, “y que jamás sería tan dulce de otro modo”, donde todo se mezcla. El principio y el sonido. El verso y la música. La destreza y la transformación. Su poemario, Quizá el fervor, perteneciente a la colección de Poesía TIERRA de Ediciones La Isla de Siltolá, en el que aparecen desde los clásicos sonetos hasta haikus de corte existencialista pasando, en su mayoría, por composiciones de forma libre, es prueba inapelable de ello.
“Oscuramente, con exactitud de vislumbre”, el poeta sabe enlazar los ecos de familiares voces hasta erigir poemas desconocidos que suenan, que suenan en el amplio sentido del verbo, porque muchos acaban adquiriendo ritmillo de canción lenta. Poco a poco, “al suave y melancólico compás/de los paisajes sucediéndose”, vamos siendo trasladados al campo de la íntima experiencia, tan íntima que nos acaba asaltando objetiva, porque “en la extraña verdad en que habitamos/ya no sé quién sois vos ni quién soy yo”.
Floriano ha escogido cada palabra de este poemario con actitud de francotirador, y siendo así, no es extraño tener la sensación (porque a eso acaba reduciendo la experiencia el Floriano que escribía este poemario: lo sensible) de asistir a una inmersión ejecutada con mimo y destreza. El ovetense, a pesar de su temprana edad, demuestra ya manejar como pocos las exigencias de la poesía cuando los versos van a rodar sobre el horizonte afectivo y homenajea con orgullo a otros poetas de su ciudad como Julio Rodríguez o Ángel González con el verso o “la mano, en su ofrenda o en su astucia”.
Por instinto y naturaleza, a veces emergen voces entusiastas y llenas de incipiente lírica. No forjadas solo por la intuición y el azar, también moldeadas con el método y la forma.
Qué más podría pedirte, a estas alturas
en que ya las palabras
rehúsan su miseria, en que las manos
se otorgan a la caricia, mansamente,
y después tu sombra en los caminos
de marcha y de regreso.
Qué más podría pedirte, ahora que ya
pasea por tu piel el delicado
fulgor del mediodía, igual que si rogase
cariño, igual que si no fueran
urgentes las promesas.
Qué más podría pedirte. Un misterioso
péndulo de luz ronda
ahora tus mejillas. Acércate,
acércate tan solo, quiebra el aire,
que mis labios descenderán del sol.
No hay duda de que Miguel Floriano, es una de ellas.
Antonio M. Vileya Pérez.
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