Regalarlo todo. Cada prenda. Cada adorno.
Con mentalidad de pobre. Los dedos de harina
calentando el mismo tazón
y la sonrisa rota hacia la mesa
sin frutas ni flores en la fuente.
Sin estrenar nada, sin ambición de refugio.
Habiendo perdido la energía
y el asombro.
Queriendo decir: «¿Por qué no vuelves a casa?»
Cuando lo sabe. Que volver a casa es el miedo.
Que la huida del día es el miedo.
La tapia de ladrillo y la llamada al timbre sin prever
si podrá entrar.
Cada mirada de hembra.
Cada preñez. El miedo.
El cuerpo que no se acostumbra
y que, lejos de aumentar,
reduce su tamaño y se parte en dos.

«Regalarlo todo» Pilar Adón.

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He inventado el incendio en el que ardo
Juan Vicente Piqueras

Mi pecho henchido de sollozos que no prosperan y mis palabras acurrucadas
entre el paladar y la lengua por temor a otro rechazo de medianoche.
Sí, abrí los ojos como respuesta a la anarquía del aire.
Y también alargué la mano para intentar palpar la simiente de arrojo que
sobrevuela estas calles.
Conocerte fue un vahído y una contraposición de luces del ocaso: un
momento fulgurante, científicamente absurdo.
Y el cielo escupe y llora y ríe y tose y lanza sobre mi cuerpo una red de
nubes repleta de pensamientos voraces.
Angustia. Desasosiego. Agitación.
Entonces aterriza el miedo, criatura magnificente, con alas de murciélago,
lengua de serpiente bífida y poderosas pezuñas de felino antártico.
Clava sus dientes sobre mi carne desnuda, pero no despedaza; cuando
palpa el hueso, se detiene.
A veces el mejor ataque es permanecer inmóvil, dejándose consumir. En
ocasiones la salida más evidente es esperar al desangre, al colapso de las
emociones.
Como un morir y renacer que se convierte en experimento de la
desesperación.
Comenzar a quererte fue una prueba de necesidad y de fuego, un
complicado puzle de espejos. Una respuesta a una plegaria pagana y
contradictoria.
Empiezo todas mis cartas con un intento de declaración, con un esbozo de
manifiesto vanguardista de los sentimientos. Y termino bailando bajo
fresnos y su hipnótica lluvia de hojas caducifolias.
¿Cómo detener al sol en su lucha contra la piel?
¿Cómo vencer a las bocas, los cuerpos, los sexos?
¿Cómo no claudicar ante el miedo
con su aliento de fuego?

«Miedo» Carlos Asensio.

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Es la mirada del vértigo
el hundimiento en círculos
que se concentran
alrededor del ombligo.

Las manos
una mano
se acercan
se acerca.
Territorios sin historia.

No hay más que un cruce
en la carretera kilométrica del valle.

Ya no anuncian nada               las viejas luces de neón.

Todo es
recién encontrado
o construido
o imaginado.

Dos cuerpos recorren
oscuros manantiales
después del deshielo.

Se han tragado sus lenguas
a propósito.

Están mudos.

«La extrañeza del otro» Eva García Sevilla.

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los párpados salados
el olor a frutas en las axilas
las barrigas tensas
la dureza de unos muslos
contraídos
por el miedo
a que se nos caiga
el sexo
y se pudra verde

 

«Verano» Laura Rodríguez Díaz.

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De él tengo noticias por los medios.
Sabe escribir de espejos, laberintos,
Bibliotecas, felinos, guapos y héroes
Militares. Reescribe El Quijote.
Acaba el Martín Fierro. Habla de Dante,
De su amor, de su amigo, de sus miedos.
Lleva una vida de escritor, tranquila.
Le llega el éxito y recorre el mundo.
Sueña el Borges autor con otro hombre,
Borges como él de nombre, para un cuento.
El personaje no consigue de una
Tal Beatriz olvidarse. Se presenta
Cada año en una casa vieja. Artífice
Del verso, el anfitrión dirige a Borges
Al sótano donde hay un punto mágico
Que es la cifra de todo el universo.
Son piezas de este sueño turbador
La enfática retórica, la ausente
Amada, la recóndita experiencia.
Este sueño insinúa el laberinto
Del soñador. Al fin, busca el soñado
Enfrentar sus problemas. Ojalá haga
Lo propio el escritor, y se libere
No sólo en la ficción sino después
De verterla de en frente del espejo.
Borges y su reflejo se me mezclan…
No sé cuál de los dos desciende al sótano.
No sé cuál de los dos está más solo.

 

«El Aleph» Marcelo Sánchez.

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La espada que usaron en la película era del tipo Toledo-Salamanca.
La primera película era buena,
al menos eso creí cuando la vi.
Yo era un niño y los poetas aparecían como seres aburridos
en la escuela nos hacían leer y nosotros lo odiábamos
soñábamos con cortarle la cabeza al profesor con la Toledo-Salamanca
cuando salía del salón a orinar
Christopher Lambert, Sean Connery y Clancy Brown
nos hicieron entender lo triste que es permanecer
hay poemas que no envejecen y eso lo detestamos
porque no hay nada más triste que un adulto con cara de niño
o una puta vieja y destartalada transando el precio mientras se quita el pañal
mi abuela murió joven
me gusta ver la escena de Titanic de James Cameron
en la que Di Caprio se hunde en las frías aguas del atlántico
él nunca intentó flotar y su cuerpo se veía hermoso
mientras se perdía lentamente en esa profunda oscuridad
Rose,
aferrada con las uñas a esa tabla roñosa, vivió
por muchos años
y se casó
y envejeció
y eso fue todo.

«Receta para acabar con los poemas highlander de nuestra generación» Mauro Gatica Salamanca.

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así por separado preparamos
montañas de cajas apiladas
en los rincones de la casa
por todos los pasillos hacia el salón

guardan todo lo que nos hicimos
precintados los corazones
se convierten en mercancía desechable
restos de otras vidas

eso es el amor
paquetes envueltos con cinta de carrocero
maletas con nuestros apellidos
retenidas en cualquier aduana

cajas con nuestras iniciales
pintadas en el centro
nuestros nombres
abandonándose el uno al otro
manchados en algún contenedor

«Mudanza» Juan Domingo Aguilar.

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Ay, mi niño marinero,
tan morenito y galán,
tan guapo y tan pinturero,
más puro y bueno que el pan!
Rafael Alberti

 

Me llaman el Isma. Anda que se me varvidá er día. Mi mare, la Dolore, no vea la guasa que gasta, la vi llegá de lejo por la calle San Termo, dereshita que venía pa mí y ante de desirme na, bin, marreó un sopapo que me dio la vuerta la cara, que me dejó con do güeno lagrimone, me cogió, yo creo que hasta me levantó dos parmas der suelo, fite lo que te digo, y me llevó arrastrando por la oreja pa la casa, niño, sacabaron las chuminás, si te viera tu pare, quempá descanse, me tiene afisiaita, ea, mañana, mañana mismito estás yendo donde la barca der Grasián y estás tirándote ar má. Y qué le desía yo, si tenía rasón, e una santa, si llevaba un mé sin aparesé por el istituto, un mé o má, y no tenía má vuerta de hoja, así que ná, allí que me fui, tú ere el hijo der Paco, quempá descanse, po sí, y me montaron en una barquilla y aluego en un barco má grande y venga ar purpo y venga a la gamba, ar palangre, arguna ve que vamo a la armadraba a vé si nos dejan faená, pallá y pacá que a mí to me parese iguá, tor má e lo mismo iguá… y asín hasta hoy, hasta que me pase como a mi viejo en er má, que se lo tragó una ola cuando andaban con er pe espada y toavía no lan encontrao, ande estará er gachón. Aluego, aro, vienen los turista, aro, que si qué bonito er má, que qué bien sestá asquí, que qué coló del agua, que si nos quedamo pa ve atardesé, patatín, patatán. Me pongo malo, ío. O la mierda esa de historietas de piratas de los kioskos, fuego le metía yo a tó, piratas, enga ya, qué guapo er de la película, sí, maquillao entero, precioso vamo. Asín le daba yo al americano ese, ar Yoni Dip ese… Ohh… Pa Somalia lo mandaba yo, como mi tío Rafaé, poresito que pasó er quinario allí, que sí Manuela, que me van a pagá musho, un dinerá, que sí, desía er pobre… Y casi nos lo matan. Piratas. Sí, aro. Qué romántico. Er má… Qué romántico, aro, er má…

 

«De lo romántico del mar» Alex Prada.

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Ondean los harapos de múltiples colores
La infantería borracha, envilecida
Celebra las victorias y las derrotas por igual
Sin existir duelo,
los mártires nuevos, arrugados o viejos pagan el festín
Financiando el delirio del momento
la nación se sienta en una banca rota
las arcas dilucidadas en acuerdos efímeros
en traslucidas intenciones
las múltiples lentes hipnotizan a la población
la iconografía de la mentira, en carnavales de cadáveres
en comparsas de alcohólicos emblemas
los buitres son líderes
los héroes son fabula para ingenuos, la independencia es un cuento
En literatura prosaica los diezmos construyen la sociedad del futuro.

 

«Celebración Nacional» Duraham.

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A alguien tal vez le va bien.
Desiderio de distancia toman las arañas en los orfelinatos,
pero entonces recuelgan
sobre sus hilos que a la postre son telas.
Y aquella casa pronto es una trampa.
Pero no lo es para los otros, invitados a ser devorados
pronto nadie cae, y la trampa es la espera.
Y es la nada;
Y es un hilo trenzado de forma perfecta,
esperando con un hambre por siempre no resuelta.

«Nos falta distancia, variación para Vladimir Holan» Ignacio Fernández Torres.

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