He bailado con Patti Smith
y entre sus brazos he sentido
la paz y la armonía,
y las ganas de luchar;
la poesía entre sus dedos,
la magia en la mirada,
el grito en la garganta,
la vena a punto de explotar.

He notado la presencia
de todos los muertos:
de los poetas que se fueron,
de fotos en blanco y negro,
del Chelsea frenético en hora crepuscular;
las noches enteras sin dormir
y luces de neón,
el CBGB abriendo sus puertas,
pariendo artistas underground,
que envejecen señoriales,
tras un pasado decorando los retretes,
cerrando cicatrices,
cauterizando las heridas de la noche
grabadas con tinta en la mañana.

Desde Dalí a Dylan Thomas,
la sombra alargada de William Burroughs,
mirada impertérrita, abrigo negro,
y Janis Joplin entre plumas,
entre carcajada histérica y
sexo sediento,
he notado la presencia
y el poder de la ausencia.

Patti me miró a los ojos
y me cogió de la mano
también yo
quise bailar.

«Y bailé con Patti Smith» Teresa Gispert.

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¿Qué tenéis en contra de la nostalgia, eh?
Es la única distracción posible para quien no cree en el futuro.
La Gran Belleza

En la desesperanza
construir un hogar,
un aparato humano que caliente
un imperio de voz airada,
alegatos para la locura
sembrar la calma al final de la vida
y la vida puesta
al final de una materia
alegatos para una redención
a la que sucumbir
detesto los parámetros del verbo
miro fijamente al perdón
alegatos para las flores,
para no ser de nuevo yo,
para no encontrarme de nuevo conmigo
al fondo de la excusa,
quiero decir la Nada que en todo habita
para eso la desesperanza
en lentos gramos, para eso;
rosado edificio tú y tu locura,
tus cimientos Flaubert
tu arquitectura propensa al ruido
no diciendo nada la ciudad
que no supera invierno alguno
para eso la desesperanza
y su habla enrarecida,
el olor de la casa de los viejos
los coños y toda su presencia,
toda historia contada con la voz
de una mujer
para eso la desesperanza,
para pasar las grandes horas
atisbando el roce en lo pequeño,
magia llaman
a lo que es un truco solamente,
para eso morirme a cada rato
pero no morirme solo,
encontrar algo que no hacer
algo que no mirar
hasta quedar ciego del nombre
para eso la desesperanza,
para esconder animales en el tórax,
animales en el vientre
en el bajo vientre
allí donde las carnes ya flaquean.
Todo muere a mi alrededor
y tú no entiendes nada,
y el arroz
humea en el plato
con cierto carácter universal
aunque no hable de la muerte la belleza
para eso la desesperanza
para que todo mal ostente
al menos
una gran belleza.

«De la Gran Belleza» Alberto Rivas.

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Quiero que mi poesía sea útil,
que salve algunas vidas, ayudarlas
como hace la sanidad pública,
que el poema suene como esas sirenas
de ambulancia, al límite, que acaricien tus dedos
las páginas como el teclado
de tu smartphone, marcar uno, uno, dos,
quiero decir, que dobles esta página,
las que necesites para saber
que no estás solo, aquí me tienes.
Escribir como un cirujano,
perfeccionar la técnica, que dependa tu vida
de mis versos como en las series
americanas. Escribir,
a corazón abierto, tu corazón y el mío.
Que estés a gusto en estas líneas
como en las buenas camas de hospital,
modernas, que se elevan con un mando
para que estés tranquilo, cómodo.
Dedicar mis esfuerzos, que parezca un hotel.
Cada rincón con su metáfora
y con su ambientador
a frutas del bosque y a cítricos.
Me he dejado la piel, las sábanas, el suero:
este poema es un hospital de lujo.
Lo que quiero decir, sencillamente,
es que, si escribo, lo hago con la idea
de que estos versos sean tan útiles
y nos salven a los dos, y me salven,
que en el fondo eres tú quien me rescata.
Quien evita que muera
como un folio sin pulso. En silencio.

«112, poética, dígame» Jorge Villalobos Portales.

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Cómo decirte que desaparecerás
cómo decirte que te tragará el olvido como la
boca de un buzón de correos
que no quedarán letas que sostengan tu cara,
Y tu expresión se deshará como una mancha
de café en un plato,
caducará el amor, quizás no te veré más,
pasará todo como la peor de las tormentas
definitivamente
Y te olvidaré como un sobre vacío
en un buzón
Sin pregunta
sin respuesta

«Potencialidad y biografía» Roger Santos.

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I
De qué me sirve esta juventud
ya solo crecen piedras en los árboles
Qué triste esta sombra
que se alarga y cruje y se rompe
hasta bajo los pies de un niño
Debo resguardarme en el suelo
hundir todos mis papeles las manos y los ojos
para cuando llegue la tormenta
Allí donde ocurre el murmullo de una hormiga
con la misma frecuencia que la de un beso al resbalarse
Y contradigo el Amor:
una palabra que da hambre
pero nunca de comer
Aun así me consuela despertarme boca arriba
con el pelo rojo y un olor a sulfuro
y escribir con el dedo
como quien se declara en las paredes de los baños públicos:
ven dios te desafío
la tierra cuando tiembla es casi el cielo

II
Hoy me he despertado en esta tierra con el peso de una vida
Este estar entre el día y la noche
y solo buscar palabras para el silencio
callarlo callarlo o aguantar hasta la náusea
como si estas dudas
como si el dolor
fueran un arroyo que se acaba en el cuerpo
Escucho todas las mañanas cómo pisan esta piel:
piedra tierra seca y dura
Y yo sé con la certeza de un niño
sé que los pájaros
esos bellos pájaros que picotean en mis tetas
y bañan luego sus picos en mi ombligo
cantarán algún día sobre mi tumba

«De qué me sirve esta juventud» Carla Martínez Nyman.

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Ya la sombra es el nido cerrado […]
ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama

Miguel Hernández

Donde la luz exige el tamiz de la persiana,
multiplicar al fin la unidad sin fin de su rastro,
prolongar sus delgados dedos numerosos
que -inocentes- tocan todo lo que ha sido
diseñado para el tacto. Van quitándole al día
su polvo de penumbra, el maquillaje sombrío
que oculta el horroroso rostro de la tarde.
Van descubriendo insectos huidos tras las lámparas.
Afilados cuchillos que sin piedad descuartizan
al alba el imponente animal de la noche.
¡Bebamos juntos de su nutritiva sangre!
Sogas tensas sobre las que hacen equilibrio
-funambulistas- las sombras más habilidosas.
Donde la luz: un cuerpo iluminado que la mira.
No sé hacia dónde mira un cuerpo que mira hacia la luz.

«Donde la luz» Álvaro Carbonell.

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Profundidad, grieta, dzonot
donde no hay montañas los abismos son subterráneos.
Ojo del mundo en medio de la tierra,
ojo aguamarina, siempre abierto
donde se posan las hojas del tamaño de un grano de arroz.
Nado en el ojo del mundo
la capacidad de observar nunca se seca.

Mi cabeza se inclina ante el gran ojo y quiere cerrarse
quiere ser el olvido de lo que se sumerge.
El agua prolonga los rayos de luz,
hay peces con la paciencia y los bigotes de abuelos milenarios.
Los helechos esperan
hace siglos
en la orilla.
Dzonot:
Hueco en la tierra que el agua vuelve sagrado.
Jardín, con tiempo propio, guardado en el espacio detrás de la mirada.

Las imágenes que sobrevivan
al naufragio de la mirada
se convertirán en amuletos.

 

«Amuleto» Carolina Sánchez.

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Alguna vez dormí en la mano de una mujer pequeña.
Ella me dijo: “todo se trata de cambiar de canción”.
Ella me dijo: “todo se trata de girar el sentido del universo, amor mío”.
Entonces, puse “November Rain” de Gun’s and Roses en el IPOD
y dormí en la mano de la chica de ojos de mapache y le conté una broma.
(Su corazón era un pulpo negro en una pecera de aguardiente).
Me dijo: “Has llorado, Juan, en los ríos que crecen
y corren, crecen, desde tu corazón hacia tu corazón sin manos”.
O quizás dijo: “Eres tonto porque vas a creer todas las mentiras que te diré yo”.
Era otro tiempo, pero en verdad, crecían noches y relámpagos ínfimos sobre los senos
de una muchacha diminuta. ¿Por y para qué te amé tanto?
No sé resolver esto:
el fuego crece
para no decir
“quién me amó
no me amó en realidad”.
Así me preguntaba,
“piénsalo
una muchacha no me amó
y no sé decirlo”.
Una muchacha dijo
“No sé darle la vuelta a los paisajes
donde los fuegos artificiales comunican
el vacío de todas las cosas de la tierra:
La ignorancia que necesito para creer en alguien”.
(El lenguaje solo señala
que se vacían las jarras
y que, sin embargo, puedo beber de ellas).

Nada comunica,
pero volveré
al sueño de las estrellas,
(que eran pesadillas):
estrellas que sueñan
el sueño del sueño que volvía,
era
y
volvía
otra vez a explicar el vacío
donde la gente caminaba sola:
y mi mente volvía, mariposa de alambre,
a posarse
en las ruinas
de las cosas
pobres,
de las cosas
inexplicables.

«Poema de amor de un Banksy ligeramente solitario» Juan José Rodinás.

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Robando algunos conceptos de la filosofía de Heidegger, si se me permite, podría decir que Zéjel. Revista de arte, literatura y pensamiento nace como un proyecto abierto en su clausura. Cerrado, hermético, porque nace de la voluntad más o menos egoísta de tres conciudadanos y amigos, Juan Carlos Polo, David Roldán y quien ahora os escribe. Nuestro objetivo primordial era buscar una excusa para estar en contacto a través de la distancia, un trabajo en común que nos acercara de una manera honesta más allá de las experiencias tecnológicas cotidianas. Y es que Juan Carlos se marchó a los campos de Castilla, por un deseo nada romántico; David Roldán sigue sus estudios de doctorado en la Universidad de Rutgers, en New Jersey; mientras que yo, por mi parte, anduve experimentando por tierras germanas. Ahora bien, digo proyecto abierto en tanto que nos dimos cuenta de que esta iniciativa nos ponía de forma directa ante un escenario de creación poética joven hasta entonces desconocido y, por lo que parece, bastante rico, heterogéneo y en continuo auge.
También se nos antojó abierto el hecho de que Zéjel fuera un espacio democrático, participativo y receptivo a cualquier tipo de propuesta poética y artística con independencia de los nombres, siempre que guardasen como denominador común la calidad, la originalidad y la actualidad literaria. Si se me permite, jamás pensé que llegaríamos a publicar un quinto número y, más aún: jamás pensé que contaríamos con tanta participación, aceptación por parte del público, ni con un elenco de autores que siguen poniendo el listón alto a los precedentes, pero que sin duda compiten dignamente con los anteriores.
En cuanto al libro físico, era para nosotros obligado. La belleza, incluso a bajas temperaturas, sigue siendo belleza, como se cita en la afamada serie de Paolo Sorrentino Young Pope. No obstante, nuestra intención sigue siendo amoldar el texto, la experiencia poética, a un espacio sobrio pero digno, minimalista pero cálido, simple pero trabajado. Con la presentación de este nuevo formato no queremos sino superar o igualar la calidad de los formatos anteriores.
Por último, no podría concluir sin dar las gracias a toda la comunidad de personas que, “desde atrás” han estado empujando continuamente este proyecto cuando, por contingencias que la vida nos impone, parecía casi yermo. Por ello doy las gracias, como siempre, a colaboradorxs y editorxs, y aprovecho para hacer una mención especial para Laura Ruiz, cuya fuerza, trabajo y consejo sirvió de mucho para la elaboración de este número, y ojalá sirva para los números sucesivos.

«Robando algunos conceptos» Narciso Raffo

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