Nada me permite este encuentro
entre el despliegue del cuerpo
y el recogerse del lenguaje.


La pasión no es cuestión de resultados,
sino de posibilidad.
Soy la advenediza de la elipsis
a través del sentido.
Y tú, amor, en qué punto te aciertas
en todo este lenguaje desbordándose hacia los límites
de todo este cuerpo.

«Cuerpo abyecto, lenguaje deseado» Carmen Lendínez.

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Agarro con mis manos ateridas
el nudo que desborda mi garganta.


Trato de contener su fuerza,
empujar hacia dentro el amasijo
de penas innombrables,
explicar con palabras de este mundo
que me habita un bullicio de silencios,
que si en mí queda algo de mí
tendría que hallarlo en el nudo.

«Nudo» Elisa Sestayo.

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todo el ruido rompe con el deseo de irse
y a la vez una solo puede perderse en el ruido
hay muchas palabras que retumban constantemente en la pelvis
luego arañan los muslos se cuelan en tu cinturita
tenemos un ruido un ruido de locos dentro
y un millón de ronquidos
agazapados en el cabecero de la cama
y quiero atraparlos todos y ser capaz de decir
todo este ruido adentro me pertenece
todo este ruido dentro arrulla y rompe
en mis pechos blancos y me ciega
y estalla ante mí
irrefrenable

«todo el ruido rompe con el deseo de irse» Mayte Martín.

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No queda lejos la ruina.
______[La oscuridad es la falta de luz.]
En este punto de la tierra dos amantes hace siglos,
______[Es sencillo que se dé una falta absoluta para el ser humano,]
como en cualquier comienzo. Y es doloroso nombrar
______[sin embargo, la oscuridad absoluta no existe,]
el origen incierto de las cosas, porque siempre es mentir, y la mentira es una prórroga.
______[porque la luz no es solo el espectro visible, sino]
Es eso quizá: la demora. Lo que los nombres demoran,
______[todo el espectro electromagnético.]
lo que los amantes demoran. Sí,
______[Entre todo cuerpo la luz existe,]
hay algo obsceno en la dilación, lo terriblemente impúdico
______[aunque sea imperceptible a los ojos.]
de cuanto no se ve. Sí,
______[De este modo,]
hueco habitado donde se hunde tu mano
______[no existe la oscuridad,]
y mi mano.
______[sino la luz]
Mira cómo te ofrezco este cuerpo, justo este,
______[más cruel.]
con las palmas rendidamente abiertas.

«No queda lejos la ruina» Héctor Aceves.

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si apago la luz cada noche, se enciende la sombra
anticipada del sueño;
tu cuerpo y el mío avanzan juntos
por un suelo sin orillas.


en ese pasillo que solo
se ha mirado a la luz de su final, permanecemos
con la vaga esperanza del nombre sellando las formas.

hay ausencias que existen para siempre
porque mi mano las toca

días en los que, como si nada,
muero por ninguna cosa.

vivir parece entonces un recuerdo.

«si apago la luz cada noche, se enciende la sombra» Helena Pagán.

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nada acontece.
una escalera proyecta su sombra hacia lo alto
y deja que en los techos se filtre al fin el polvo.


solo irá hasta allí de un dios la luz en sueños
ondeando la bandera del olvido.
y seremos el germen, la simiente,

la raíz de esta nada
que bucea entre nosotros
que obra por desorden la razón y la calma,

tapiz de vida bajo la vida
que urde el tiempo
como madeja suya.

«nada acontece» Federico Ocaña.

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Crítica a la obra
This kind of bird flies backward, 2021
Daniela Brill Estrada

David Caramazana Malia

No es nada nuevo que la literatura y la pintura se complementen para crear una obra que estimule la imaginación del espectador (la crítica suele recurrir a la célebre cita de Horacio: Ut pictura poesis). Tampoco lo es la búsqueda de los límites entre el arte y la ciencia: la disputatio entre artes liberales y mecánicas viaja por toda la Historia del Arte y la Ciencia hasta las vanguardias históricas, del lado artístico, y los artículos de Albert Einstein de 1905, del lado científico*1. Con todo, no sería correcto entender la obra de Daniela Brill solamente como un capítulo más en estas longevas trayectorias creativas.

Daniela Brill Estrada, nacida en Bogotá (Colombia, 1989), es maestra en Arte y Ciencia en la Universidad de Artes Aplicadas de Viena (Austria). Pertenece al grupo Suratómica*2, con clara proyección a difundir nuevas formas de diálogo entre diversas áreas de conocimiento. Su tesis de maestría The Force of Embodiment / La Fuerza de la Encarnación (2019) ha profundizado en los límites entre el arte y la ciencia. A través de esta indagación teórica, centrada en la física de partículas y la cosmología, su trabajo comprende varios niveles de lectura interdisciplinarios.

Aunque parezca que no puede haber más ingredientes, Brill explora dicho campo creativo añadiendo otras intencionalidades. La obra que recoge el presente número de Zéjel corresponde con una revalorización hacia las mujeres que nutrieron el movimiento Beat Generation. Las imágenes que componen la exposición «This kind of bird flies backward» (2021) evocan tanto una poesía visual, como una poesía literaria, fundiendo en los dibujos letras de escritoras no suficientemente reconocidas del movimiento Beat*3. La recuperación de estas mujeres ya fue augurada por Gregory Corso en 1994: “En los años cincuenta, si eras hombre, podías ser un rebelde, pero si eras mujer, tu familia te encerraba (…) Algún día alguien escribirá sobre ellas”*4. Ese momento ha llegado.

La división entre arte y ciencia ha sido siempre uno de los campos de debate más fructíferos. No obstante, hay dos caminos para explorar esta supuesta división: desde el arte hacia la ciencia, o desde la ciencia hacia el arte. Por poner dos ejemplos españoles, Salvador Dalí representaría la primera vía, pues desde el arte perfilaba nuevos conceptos de la física y del psicoanálisis de Sigmund Freud. Antes de él, Santiago Ramón y Cajal, en una exploración inversa desde la ciencia médica hacia el dibujo anatómico, formulaba la primera hipótesis seria sobre las neuronas cerebrales (de ahí que se le conozca como “el padre de la neurociencia”).

¿Fue Cajal más artístico que Dalí? ¿Fue Dalí más científico que Cajal?
Por su parte, Leonardo da Vinci, sería el paradigma o la bisagra entre ambas disciplinas. Su clara faceta de científico experimental a través del dibujo (recordemos sus famosas anotaciones sobre el movimiento del agua o del vuelo de los pájaros) lo sitúan en la cumbre de las propuestas universalistas de su época (l´uomo universale). Sin embargo, en la misma época de da Vinci, un portugués como Francisco de Holanda que se había desplazado hasta Roma para conversar sobre el noble arte de la pintura con Miguel Ángel Buonarroti, dijo: “todo lo que el pintor puede realizar fácilmente en su obra, el poeta no lo podrá nunca conseguir sin caer en el detalle prolijo y la confusión”, reflexión sumamente sugerente. El divino Miguel Ángel añadió que “el dibujo, es la fuente y el cuerpo de (…) todo género de arte plástico, y la raíz de todas estas ciencias”*5.

Más allá de la aceptación-discusión que podemos mantener con cada postura, lo realmente interesante del trabajo de Brill es que nos encontramos ante un camino inverso: de la materia al papel, de la imagen a la letra, de la imaginación al lenguaje, de la vista a la consciencia, y de ahí, a la asociación de ideas. Se trata de una original búsqueda de nueva comunicación. No se comprende la temática como un todo desde el principio, como pudieron hacer un Sandro Botticelli a la hora de crear composiciones basadas en las obras de Ovidio (La Primavera, 1477-1482) o un William Blake ilustrando la Divina Comedia de Dante (1824-1827), sino desde la propia materialidad de los elementos químicos, la exploración estética y su conjugación para crear diferentes formas abstractas*6.

¿Se puede entender, por tanto, que Daniela Brill pertenece al grupo de creadores que parten de la ciencia hacia el arte? Desde nuestro punto de vista: no exactamente. Sus propuestas se hallan íntimamente ligadas y no se puede entender una sin la otra. De esta manera, si para Immanuel Kant el concepto -conocimiento o idea- venía a ser el límite del arte*7, en «This kind of bird flies backward» concepto y arte se funden, pues ambos emergen de sus composiciones como formas de reconocer el mundo y de representarlo.

Brill se adentra en un camino que de momento no tiene respuestas o conclusiones, solo nuevas maneras de desarrollar la creatividad humana en relación con la naturaleza y el finito non finito de la materialidad de la obra creativa (artística o científica). Sus dibujos son una sinfonía imaginativa, un delicioso alimento para los conocedores de la Historia del Arte y, sin duda, para los científicos que escudriñan nuevos caminos para entender el universo y la materia; en fin, para los que buscan inspiración.

Cuando una vez dije que para mí la poesía debía aludir a algún tipo de universalidad[1], remover el no-sé-qué que todos llevamos en el cuerpo, quien me escuchaba se llevó las manos a la cabeza. Recuerdo que contestó “eso ya no se lleva”, “eso está superado”, “¿quién esperaría algo así de una expresión humana tan maleable?”. Desde entonces persiste en mí la obsesión por identificar (con una mala actitud casi de manual) aquello que suscita el asombro en el poema, lo que lleva a nuestra boca a moverse así: “oh (suspiro) qué bello, qué verdadero”. Al ver los huesos de Zéjel crecer, he luchado contra la injusta y hermosa afirmación de Fernando Pessoa “escribir es fingir”. Hace solo unos días, escuchaba otra inocente y contundente declaración: “escribimos sobre lo que pensamos que es bonito”[2]. Aunque esta revista nació para conservar la unión y amor de tres amigos, hace tiempo que Zéjel trascendió esta anécdota personal para iniciar una etapa mucho más consciente de las diversas realidades poéticas actuales. Ahora y más que nunca, hemos querido recolectar las moras más selectas[3], observar y exprimir el cesto para conocer mejor el zumo del que formamos parte.

La realidad histórica que vive nuestra generación ha reforzado nuestra avidez por recopilar, reunir carne y palabras nuevas. El primer amago se produce con la organización del recital poético La palabra que contamina durante el verano de 2020. Quisimos presentar un escaparate de joyas poéticas raras (más, menos, o incluso nada conocidas, pero todas ellas brillantes). En este número, continuamos esta tendencia siguiendo los pasos de otras hermosísimas antologías de poesía joven nacidas este año, como Cuando dejó de llover. 50 poéticas recién cortadas (Sloper, 2021), editada por Jorge Arroita y Alejandro Fernández Bruña, o Árboles frutales (Editorial Dieciséis, 2021), editada por Adrián Viéitez. Y es que, aun sin haber compartido esta impresión con el resto de los editores, reconozco que yo veo en este número un regusto a antología más que a revista. Diría que Zéjel es una antología anual, viva, en continua reinvención, en permanente vuelta al vestidor. El carácter antológico de este número radica en la construcción de un autorretrato generacional contundente. Nuestro elenco se sienta a almorzar en la misma mesa, construye una escalera con su abrazo: dialogan, gritan, lloran, preguntan sobre la planicie de la familia, la infancia, los extraños huecos del mundo y del amor. Presentan un poema colectivo hilando una narrativa casi meditada, como habiendo previamente acordado tejer todos juntos el mismo mar de verano[4].

La vida y el formato de Zéjel son extraños: somos una revista sin prisas, de una pasmosa lentitud y que irrumpe sosegadamente. La mala digestión de Zéjel es ya casi una mala costumbre: solo una vez al año madura en su estómago lo más nutritivo de la poesía joven actual. Nos atormenta reconocer que toda recopilación de voces está naturalmente sesgada, que hay algo de injusticia en cada número. Por primera vez en la corta vida de Zéjel, hemos contado con más de trescientas cincuenta propuestas, todas ellas sabiendo acariciar la belleza en el desgarro, como lo hace el golpe de un martillo sobre una flor. Este es nuestro extraño oficio: acompañar desde el agradecimiento a quien se admira y seguir extendiendo los brazos hacia los que toman asiento desde fuera y deshilachan esas flores desperdiciadas.

Con este ejercicio antológico (la selección cuidada, meditada y ampliada) siento que la poesía no es más que un rastro pactado. Es un acto a medias: insinuar, suscitar, inspirar, iluminar. El poema es una montaña

es subir para buscar el lenguaje

ponerse en peligro          jugar a ser padres

sembrar verdes sobre los mayores desastres

habitar el verano siempre

ofrecer el pan          sugerir la familia

Es dormirse azulado despertarse como recién salido del mar y preguntar son estas mis manos voy a enterrarlas qué crecerá si las sumerjo tanto tiempo. La poesía es eso, una siembra constante del propio cuerpo y crecer árbol salado. Lo dice nuestro elenco: fermentan en sus bocas otros mundos. Escribir es persistir en la juventud.

«Poética» David Roldán

[1] ¿Existirá una correlación entre “universal” e “inmortal”?

[2] Este Editorial ha sido reescrito en cuatro ocasiones. Su versión final brota de una conversación íntima que no pretendía ser documentada. Me hace pensar que todo ensayo deriva del amor y de lo cotidiano.

[3] La mejor temporada de recogida de estos frutos rojos comprende los meses de agosto y septiembre, al ocaso del verano, justo cuando acontece y se cosecha todo.

[4] ¿Y qué ocurrirá este verano que se nos echa encima? ¿Cuántos nuevos poemarios vendrán tras el zumbido de la abeja, con el accidente de la primera ola?

 

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