Ojalá mi vida fuera una carreta de bueyes […].
Yo no tendría que tener esperanza: sólo tendría que tener ruedas…
ALBERTO CAERIO

Sentado a la puerta de la casa, espero
el paso del repartidor de cartas sin más interés
que el de verle pasar y saludarle
y darle los buenos días y saber que todo sigue
en orden en esta mañana de otoño.
El sol brilla –porque abro los ojos y lo veo brillar–
y entiendo que todo sigue, de momento, su curso.

A veces las horas pasan despacio como un rebaño
de ovejas hambrientas y calladas. A veces,
como hoy, como esta mañana, no pasa nadie
y son las sombras las que marcan la vida,
las que ponen el límite entre lo que es real
y lo que va pasando por encima de mi cabeza.

Lo que el sol dice que soy contra la pared encalada,
lo que yo os digo que soy contra la página de luto,
lo que otros os dicen que soy contra todo pronóstico,
nada de eso es cierto pero es verdad
que todos –también yo– tenemos que construir
bulos, personajes, sombras y caretas.
La soledad a sangre fría no se cura con sombreros.

«Guardador de rebaños» Enrique García Bolaños.

Platero es un terpenoide semisólido, cristalino y ceroso, de penetrante olor.

Cuando lo llamo, acude impulsado por sus retromotores a chorro de gas propaxol excavado en los géiseres de Venus,

y quema los prados en su vuelo rasante, aniquilando las florecillas rosas, celestes y gualdas.

Sus ojos fluorescentes alumbran la noche como dos malsanas estrellas verdes, reconociendo los montes en busca de rebeldes mutantes que exterminar con sus cañones de plasma, sus balas guiadas por rastro de calor e inteligencia crítica.

Programado para perseguir cualquier indicio de humanismo, cualquier tropelía mística, lo dejo suelto y parte a incinerar libros de poesía, soñadores y heréticos veganos.

Fabricado en serie en los muelles orbitales de Daesong Industries & Weaponry, Platero es la perfecta máquina de odio-muerte, es la ausencia de vida, es la aleación pura y el puro fuego de altos hornos y ruedas de oruga quebrantahuesos.

Sumergido con su trotecillo alegre en la masacre, las placas de su fuselaje cubiertas de carne ojos y sesos desmenuzados, entre el zumbido de las sierras semi-automáticas y los cañones de púas, parece que se rie en no se qué cascabeleo ideal…

Todos, arrodillaos ante el poder terrible de Platero, suplicad por vuestras vidas miserables, no levantéis la mirada del suelo sepultado bajo los huesos de vuestros seres queridos.

Llorad, pues Platero desea vuestras lágrimas, desea vuestra sangre y vuestros primogénitos no-natos.

Rogad a vuestros dioses caídos, desterrados al polvo por la producción superior de Daesong Industries & Weaponry. Y larga no vida, y larga no vida a nuestros amos de Daesong Industries & Weaponry.

-Fin del comunicado. Sumisión inmediata, exigimos sumisión inmediata-.

«Platero» Antonio Sancho.

Las habitaciones de este hospital tienen dos camas ocupadas por dos seres./ La mayor parte del tiempo están acompañados por la luz de las bombillas de bajo consumo, por los carteles de NO FUMAR, de NO OCUPEN LOS PASILLOS, por la televisión en mute y por la cara de una virgen bajo la almohada. / Las habitaciones son salas donde manos con guantes tocan pieles desintegradas./ Las habitaciones ven morir a seis coma cuatro personas a la semana, ven llorar a catorce coma dos mujeres al día, oyen las quejas de la comida, oyen las quejas del dolor de las úlceras, huelen el olor putrefacto de las úlceras./ La habitaciones tienen paredes con colores claros, para reflejar el brillo apagado de las pupilas en dilatación./ Las habitaciones de este hospital escuchan siete come tres premoniciones cada día. Ocho coma tres oraciones al minuto y seis coma siete pensamientos de suicidio.
Las habitaciones de este hospital se vacían poco a poco./ Los médicos se marchan./ Los enfermeros se marchan./ Los celadores se marchan./ No hay palabra que pueda describir el silencio de la muerte./ Dios observa/ atento/ las expresiones de dolor/ las muecas /los rictus/ atiende a los profundos deseos  de los seres que duermen/ comen/ son curados y mueren en las camas sujetas a las paredes de estas salas.

«Habitaciones» Julia Pumarinho.

Hace años me levantaba con el sol
invitaba a los hombres al mundo &
los llevaba lo más lejos que llegaban sus barcos.

Por las noches, cuando yo oscurecía
me enroscaba en la comodidad de tus vaqueros
mientras tu mano tocaba la mía en el cine de la ciudad.

Nos quedábamos quietos, mientras yo resucitaba
en cada píxel de cada película
en cada tono acuoso en tus ojos.

Entonces, en un esplendor, tú te desteñiste
diciendo “nunca cambiarás”
diciendo “tú también me pones triste, a veces.”

Cuando era pequeño quería ser un camaleón
Real, cian, índigo, profundo, tranquilo y fresco
pero ahora sé
……………………….que lo único que seré es Azul.

«Del Color Azul» Julian Montijo.

(texto original)

Years ago I rose with the sun
invited men into the world &
carried them as far as their ships could sail

In the evenings, when I shaded to black
I curled in the comfort of your jeans
your hand in mine at the movies downtown

We watched, as I came back to life
in every pixel of every film
in every hue of water in your eyes

Then, like brilliance, you faded away
saying ‘you will never change’
saying ‘you make me sad sometimes, too.’

When I was little I wanted to be a chameleon
Royal, cyan, indigo, deep, calm and cool
but now I know
……………………….all I’ll ever be is Blue.

«From the Color Blue» Julian Montijo.

Ante todo, miente.
No hiciste lo que hiciste anoche.
Las clases van genial.
Tu vida va genial y tus amigos son increíbles.
Todavía soltero, pero no gay.
Todavía dispuesto a configurar sus iPhones.
Segundo, pregúntales algo aburrido.
¿Qué tal tus vacaciones en casa?
¿Qué título le darías a esa viñeta de The New Yorker del mes pasado?
¿Perdonarías a Snowden?
Pensarán que eres encantador y se irán por las ramas
mientras desconectas.
Piensa en el olor del servicio anoche
mientras te arrodillabas y presionabas el gatillo en The Tipsy Crow.
Piensa en tu C- en Álgebra Linear.
Piensa en cuánto
preferirías estar fuera con tus amigos.
Recuerda que ningún amigo te invitó a salir.
Ríete, definitivamente toca reírse.
Piensa en Charlie,
ese chico que conociste en Tinder
que te llevó a Taco Bell, y luego te pidió una paja.
Piensa en tus amigos que trabajan para Apple,
ganan seis cifras y se van de surf los fines de semana con sus jefes.
Finalmente, retírate cordialmente.
Tienes un proyecto enorme que terminar,
y entonces di que te alegras de haberlos visto.
Oh y gracias por la cena.
Conduce con cuidado para salir del parking.
Conduce a casa.

«Cómo Hablan los Adultos» Julian Montijo.

(texto original)

First and foremost, lie.
You did not do what you did last night.
School is great.
Your life is great and your friends are awesome.
Still single, but not gay.
Still willing to help set up their iPhones.
Second, ask them something boring.
How was your staycation?
What caption would you give last month’s New Yorker cartoon?
Would you pardon Snowden?
They’ll think you’re charming and go off
while your mind drifts.
Think about the smell of the bathroom last night
as you knelt down and pulled the trigger in The Tipsy Crow.
Think about your C- in Linear Algebra.
Think about how much
you’d rather be out with friends.
Remember that no friends invited you out.
Laugh, it’s definitely time to laugh.
Think about Charlie,
that guy you met on Tinder
who brought you to Taco Bell, then asked for a handjob.
Think about your friends who work for Apple,
make six figures and surf on the weekends with their bosses.
Lastly, excuse yourself politely.
You’ve got a huge assignment to finish,
then say you’re glad you saw them.
Oh and thanks for dinner.
Drive safely out the parking lot.
Drive home.

«How to Talk to Adults» Julian Montijo.

con un gran trapo en la boca parece tener
una mirada más potente
¿es eso cierto?
¿es sano que se vea esa vena verde?

«opera del rapto» Francesco Mª Tipaldi.

(texto original)

con un grosso panno nella bocca sembra avere
uno sguardo più potente
è vero?
è sano che si veda quella vena verde?

«opera del rapimento. Nuova poesia extraterrestre, Carteggi Leterrari, 2016.» Francesco Mª Tipaldi.

El monstruo sufría como Dios en la tierra

aleja de mí, poeta
este cáliz espantoso…

Lo metieron en un gran barreño
antes de dispararle.

Después el estruendo, el asco de la sangre entre los pelos.

¿Es que hay que elegir

entre el horror de estar en el mundo o aquel de abandonarlo?

«El mostruo sufría como un Dios en la tierra» Francesco Mª Tipaldi.

(texto original)

Il mostro soffriva come un Dio sulla terra

allontana poeta
da me questo calice tremendo…

Lo misero in una bacinella larga
prima di sparargli.

Poi il boato, lo schifo del sangue tra i capelli.

Bisogna preferire

l’orrore dello stare al mondo a quello di uscirne?

«Il mostro soffriva come un Dio sulla terra. Nuova poesia extraterrestre,
Carteggi Leterrari, 2016.» Francesco Mª Tipaldi.

Mi hijo me pregunta
qué miro en las montañas.
Su atracción es antigua.
Como el mundo, diría,
al menos para uno
que recuerda su imagen
remota en la memoria.
Mi pena es que dejara
muy pronto esos caminos
-las trochas, los senderos-
por laderas y cimas.
Tal vez por eso observo
con fundada nostalgia
sus perfiles azules
o sus cuerdas blanquísimas
o, por fin, esos verdes
que los bosques procuran.
Las mira uno pensando
que hay alguien allí arriba.
Un pastor con sus cabras,
un montañero, un guarda,
un cazador furtivo…
Da igual que nieve o no,
que haga calor o frío,
que no vea las cumbres
por culpa de la niebla.
Siempre imagino a alguien
que habita esos lugares
tan solos y en silencio.
Allí donde se roza
el misterio del cielo.

«Montaña» Álvaro Valverde.

Mi cuerpo
-ahora el espacio
que nos une- es una forma
de morder mandíbula
despacio
unos ojos que se enfrentan
a la mutación de la carne.

Buscar continuo
-otros espejos
en los que rompernos-
carne ofrecida
al alimento líquido
Destrozar el pavor
por otros agujeros
donde
toda claridad
es cemento
piedad indescifrable
No encontraré otro descenso (algún dique)
para la descomposición
de nosotros
y no sabrás recomponer
mi aliento
en el frío de la amapola.

«La tensión de mamá». Obra plástica y poema de Indalecio Iglesias.

Crítica de arte a la obra
“La tensión de mamá” de Indalecio Iglesias
por Raquel López Fernández.

Hubo un tiempo lejano en el que las artes plásticas solo tomaron parte de las musas cuando las sacaron del Parnaso, encarnándolas en mármol y terracota, en cal y pigmento. Cambió las tornas un ciego orfebre que se atrevió a forjar, a golpe de hexámetro, un escudo damasquinado en oro, plata, bronce y estaño, que perteneció al mismísimo Aquiles. Era entonces tiempo de héroes, de semidioses. Ahora, que hasta los humanos parecen estar en peligro de extinción, cuesta arrancarse con una ecfrasis.
Tampoco se arriesga con tan antiguo género Indalecio Iglesias (Sevilla, 1985), el autor de ambas obras reproducidas en estas páginas, pues la labor de sus versos –si es que esta existe– no es describir la imagen a la que hacen compañía. Acompañar que, además de hacer simultáneo, vuelve partícipe, es verbo generador de comparaciones y, pese a su fama de odiosas, las establecidas entre pintura y poesía si no tan antiguas, sí son coterráneas de las compañeras de Apolo y del poeta Homero. Tuvo, sin embargo, que hacer justicia un romano y sentenciar que “como la pintura así es la poesía”, Ut pictura poesis.
La unión originada por el tópico horaciano alcanzó sus máximas en Edad Moderna. El Renacimiento llenó de alegorías, metáforas y metonimias la pintura. La poesía dibujó bellas “Simonettas Vespucci”, “Galateas” rafaelescas y amenas arcadias bellinianas. Con el Barroco dominó el hipérbaton, el circunloquio y la elipsis. Al verso llegó el claro-oscuro, las “Magdalenas” de Reni, la voluptuosidad trémula de Rubens o las vanitas de Pantoja de la Cruz. Testigos, ambos períodos, de fervorosos resurgimientos religiosos, abundó en ellos el “Retrato de María”: Inmaculada, Señora o madre como la Virgen con el Niño que ocupa el centro de la composición. Aunque la “tensa” Madonna de nuestro artista no puede negar su filiación a la corriente más clasicista, se recicla como icono de la iglesia encabezada por el “Papa” André Breton. El papillon surrealista –símbolo de transformación– se posa, a modo de antifaz, sobre las mejillas de la santa para asomar unos “ojos que se enfrentan a la mutación de la carne”, a su resurrección. Y como ecos de lo que fue y será muerte, unas punzantes heridas rompen la equilibrada belleza de unos dedos que ya no sostienen el “Todo”, sino la parte. Cierto, carne. Unas nalgas femeninas alejadas de las que, infantiles, fueron castigadas ante la mirada indiferente de Paul Eluard, Max Ernst y el ya citado Breton. Cierto, mutación. Ya no la que supuso la victoria de Cristo, sí la de Samotracia. Paradójica Niké, perdedora ante la belleza del automóvil en una gara arbitrada por Marinetti despliega aquí sus alas junto a las de pájaros de acero y otros oscuros objetos de deseo de los futuristas.
Pero, a propósito de los vanguardistas ¿no fueron otros los reyes del collage? La técnica, de paternidad cubista, es adoptada por Indalecio en su vertiente más Dadá. Los artistas afines al movimiento expandido desde 1916 en el suizo Café Voltaire vieron en el uso del “corta y pega” un potente medio con el que expresar su rechazo a la sociedad contemporánea, caracterizada por un ingente incremento de la mecanización y de la violencia que azotaba a un mundo inmerso en la Gran Guerra. Así, instruido por el manual de Tristan Tzara “Para hacer un poema dadaísta”, el joven sevillano mete en la bolsa recortes de periódicos y revistas; fragmentos de estampas y grabados; fotografías y hasta una gráfica taquicárdica. Agitados y posteriormente extendidos sobre el cartón, desmontan con ironía Pop y, tal vez, destrozan “el pavor por otros agujeros” por los que se cuelan los ecos de otra Victoria, ahora sí militar, para la que las piedras de la imperial máquina escurialense fueron fondo ante el que erigir los diques del nacionalcatolicismo. Pastiche al que también asisten unas modestas lecciones de John Heartfield.
Como sea, Iglesias no se limita a la captación de un instante. Con ello contradice a los que abogaron por la separación del avenido matrimonio entre el arte poético y el pictórico. Mitad pintor, mitad poeta. Ut pictura poesis, ut poesis pictura. Como cualquier bisnieto posmoderno de Wagner, él es un unificador de ambas.
Con todo, conviene advertir que nada de lo dicho sobre estas líneas debe de ser tomado como verdad. Tan solo es la realidad de unos ojos que todo lo quieren ver, probablemente a punto de quedarse ciegos, ahogados por las palabras que tantas veces sobran, cuando lo que importa es lo que falta, lo que el tocayo de un gran poeta definió como “El resto”. Por eso, tomadas sus advertencias evitamos: servirles como adivinos que “cuentan […] de lo que han oído y de lo que han visto con nuevos ojos que son como los que tenían”. Asimismo, les trasladamos nuevamente a Grecia y les rogamos: ¡Vuélvanse epicúreos! ¡Gocen del mismo modo que ellos! Deléitense, como Ángel González, con el brillo… aquel producido “donde toda claridad/ es cemento/ piedad indescifrable”.

Raquel López Fernández.

Fragmento del libro
Claros del bosque.
María Zambrano
Cátedra, 2011.*

Antes de los tiempos conocidos, antes de que se alzaran las cordilleras de los tiempos históricos, hubo de extenderse un tiempo de plenitud que no daba lugar a la historia. Y si la vida no iba a dar a la historia, la palabra no iría tampoco a dar al lenguaje, a los ríos del lenguaje por fuerza ya diversos y aun divergentes. Antes de que el género humano comenzara su expansión sobre las tierras para luego ir en busca siempre de una tierra prometida, rememoración y reconstitución siempre precaria del lugar de plenitud perdido, las tierras buscadas, soñadas, reveladas como prometidas venían a ser engendradoras de historia, inicios de la cadena de una nueva historia. Antes. Antes, cuando las palabras no se proferían proyectadas desde la oquedad del que las lanza al espacio lleno o vacío de afuera; al exterior. Y así el que profería, el que ha seguido profiriendo sus palabras, las hace de una parte suyas, suyas y no de otros, suyas solamente, entendiendo o dando por entendido que quienes las reciben quedarán sometidos sin más. Ya que el exterior es el lugar de la gleba, de lo humano amorfo, materia dispuesta para ser conformada, configurada, y a la que se pide que siga así, gleba bajo la única voluntad de quien profiere las palabras materializadas también, ellas también materialización de un poder.
Antes de que tal uso de la palabra apareciera, de que ella misma, la palabra, fuese colonizada, habría sólo palabras sin lenguaje propiamente. Al ser humano le ha sido permitido, fatalmente, colonizarse a sí mismo; su ser y su haber. Y de haber sido esto el verdadero argumento de su vivir sobre la tierra, la palabra no le habría sido dada, confiada. El lenguaje no la necesita, como hoy bien se sabe de tantas maneras. Y así existirá la pluralidad de lenguajes dentro del mismo idioma, del lenguaje descendiente de la palabra primera con la que el hombre trataba en don de gracia y de verdad, la palabra verdadera sin opacidad y sin sombra, dada y recibida en el mismo instante, consumida sin desgaste; centella que se reencendía cada vez. Palabra, palabras no destinadas, como las palomas de después, al sacrificio de la comunicación, atravesando vacíos y dinteles, fronteras, palabras sin peso de comunicación alguna ni de notificación. Palabras de comunión.
Circularían estas palabras sin encontrar obstáculo, como al descuido. Y como todolo humano, aunque sea en la plenitud, ha de ser plural, no habría una sola palabra, habrían de ser varias, un enjambre de palabras que irán a reposarse juntas en la colmena del silencio, o en un nido solo, no lejos del silencio del hombre y a su alcance.
Y luego, ahora, estuvieron llegando y llegan todavía algunas de estas palabras del enjambre de la palabra inicial, nunca como eran, como son. Cada una, sin mengua de su ser, es también las demás, y ninguna es propiamente otra —no están separadas por la alteración—. y cada una es todas, toda la palabra. Y no pueden declinarse. Y lo que es completamente cierto es que no podrían nunca descender hasta el caso ablativo, porque en la plenitud, ni tan siquiera en la de este nuestro tiempo, no existen las circunstancias. Se borran las circunstancias en la más leve pálida presencia de la plenitud.
Aparecen con frecuencia las palabras de verdad por transparencia, una sola quizá bajo todo un hablar; se dibujan a veces en los vacíos de un texto —de donde la ilusión del uso del punto suspensivo y del no menos erróneo subrayado—. Y en los venturosos pasajes de la poesía y del pensamiento, aparecen inconfundiblemente entre las del uso, siendo igualmente usuales. Mas ellas saltan diáfanamente, promesa de un orden sin sintaxis, de una unidad sin síntesis, aboliendo todo el relacionar, rompiendo la concatenación a veces. Suspendidas, hacedoras de plenitud, aunque sea en un suspiro.
Mas se las conoce porque faltan sobre todo. Parecen que vayan a brotar del pasmo del inocente, del asombro; del amor y de sus aledaños, formas de amor ellas mismas. y es al amor al que siempre le faltan. Y por ello resaltan inconfundibles cuando en el amor se encuentra alguna; es única entonces, sola. Y por ello palabra de la soledad única del amor y de su gracia.
Si se las invoca llegan en enjambre, oscuras. y vale más dejarlas partir antes de que penetren en la garganta, y alguna en el pecho. Vale más quedarse sin palabra, como al inocente también le sucede cuando le acusan.
Cuando de pensamiento se trata, ellas, las palabras hacedoras de orden y de verdad, pueden estar ahí, casi a la vista, como un rebaño o hato de mansas ovejas, dóciles, mudas. Y hay que enmudecer entonces como ellas, respirando algo de su aliento, si lo han dejado al irse.
Y volver el pensamiento a aquellos lugares donde ellas, estas razones de verdad, entraron para quedarse en «orden y conexión» sin apenas decir palabra, borrando el usual decir, rescatando a la verdad de la muchedumbre de las razones.

*Claros del bosque de María Zambrano. Cátedra. Madrid, 2011. Págs. 193-195.