Zéjel. Revista de arte, literatura y pensamiento.

Nº5  – Enero 2020

(Número on-line)

E-ISSN: 2530-0601

Robando algunos conceptos de la filosofía de Heidegger, si se me permite, podría decir que Zéjel. Revista de arte, literatura y pensamiento nace como un proyecto abierto en su clausura. Cerrado, hermético, porque nace de la voluntad más o menos egoísta de tres conciudadanos y amigos, Juan Carlos Polo, David Roldán y quien ahora os escribe. Nuestro objetivo primordial era buscar una excusa para estar en contacto a través de la distancia, un trabajo en común que nos acercara de una manera honesta más allá de las experiencias tecnológicas cotidianas. Y es que Juan Carlos se marchó a los campos de Castilla, por un deseo nada romántico; David Roldán sigue sus estudios de doctorado en la Universidad de Rutgers, en New Jersey; mientras que yo, por mi parte, anduve experimentando por tierras germanas. Ahora bien, digo proyecto abierto en tanto que nos dimos cuenta de que esta iniciativa nos ponía de forma directa ante un escenario de creación poética joven hasta entonces desconocido y, por lo que parece, bastante rico, heterogéneo y en continuo auge.
También se nos antojó abierto el hecho de que Zéjel fuera un espacio democrático, participativo y receptivo a cualquier tipo de propuesta poética y artística con independencia de los nombres, siempre que guardasen como denominador común la calidad, la originalidad y la actualidad literaria. Si se me permite, jamás pensé que llegaríamos a publicar un quinto número y, más aún: jamás pensé que contaríamos con tanta participación, aceptación por parte del público, ni con un elenco de autores que siguen poniendo el listón alto a los precedentes, pero que sin duda compiten dignamente con los anteriores.
En cuanto al libro físico, era para nosotros obligado. La belleza, incluso a bajas temperaturas, sigue siendo belleza, como se cita en la afamada serie de Paolo Sorrentino Young Pope. No obstante, nuestra intención sigue siendo amoldar el texto, la experiencia poética, a un espacio sobrio pero digno, minimalista pero cálido, simple pero trabajado. Con la presentación de este nuevo formato no queremos sino superar o igualar la calidad de los formatos anteriores.
Por último, no podría concluir sin dar las gracias a toda la comunidad de personas que, “desde atrás” han estado empujando continuamente este proyecto cuando, por contingencias que la vida nos impone, parecía casi yermo. Por ello doy las gracias, como siempre, a colaboradorxs y editorxs, y aprovecho para hacer una mención especial para Laura Ruiz, cuya fuerza, trabajo y consejo sirvió de mucho para la elaboración de este número, y ojalá sirva para los números sucesivos.

«Robando algunos conceptos» Narciso Raffo

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Febrero,
al cálido sol de invierno,
en la punta del espigón.
Frente a mí,
un hombre ayuda
– muy suavemente –
a quitarse algo de ropa
a su madre mayor.
En sus brazos
blancos y flácidos
– pienso –
que merecida luz.

«Madre» Imanol Ulacia.

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Desconozco el espacio que me alberga,
en mí se concentran otros dioses:
casi treinta años de paseos breves.

Nací con dos fechas:
la que domino, la que me apresa.

Soy pisadas de sueños y brea
impresas sin cuidado, orden o nombre.
En la memoria soy
y a ella me consagro.

«Memoria somos y en ella moriremos» Fabián Trigos.

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Habitar la palabra
para no trascenderla.

Adiós ficción: depura
la invisibilidad,
lo estoico del deseo,
la última luna muerta del idioma.

Escribe cuanto puedas, habitante
de la grieta.
Ése es
tu trabajo en la nada.

Por encima de todo
borra los huecos. Ellos
nunca abandonan
la idea del poema.

«La desaparición del poema» Aitor Franco.

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I
Hay algo que sólo se observa
a las afueras de la ciudad
la luz de la galaxia
se opaca
por las luces artificiales más cercanas
que en vez de iluminar
oscurecen

II
Si el parpadeo de las estrellas
tuviera un sonido
sería el grillar de los grillos
el ruido que se escabulle
cuando abrimos la puerta
en las noches de calor

«El grillar de los grillos» Eugenio Garza.

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Regalarlo todo. Cada prenda. Cada adorno.
Con mentalidad de pobre. Los dedos de harina
calentando el mismo tazón
y la sonrisa rota hacia la mesa
sin frutas ni flores en la fuente.
Sin estrenar nada, sin ambición de refugio.
Habiendo perdido la energía
y el asombro.
Queriendo decir: «¿Por qué no vuelves a casa?»
Cuando lo sabe. Que volver a casa es el miedo.
Que la huida del día es el miedo.
La tapia de ladrillo y la llamada al timbre sin prever
si podrá entrar.
Cada mirada de hembra.
Cada preñez. El miedo.
El cuerpo que no se acostumbra
y que, lejos de aumentar,
reduce su tamaño y se parte en dos.

«Regalarlo todo» Pilar Adón.

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He inventado el incendio en el que ardo
Juan Vicente Piqueras

Mi pecho henchido de sollozos que no prosperan y mis palabras acurrucadas
entre el paladar y la lengua por temor a otro rechazo de medianoche.
Sí, abrí los ojos como respuesta a la anarquía del aire.
Y también alargué la mano para intentar palpar la simiente de arrojo que
sobrevuela estas calles.
Conocerte fue un vahído y una contraposición de luces del ocaso: un
momento fulgurante, científicamente absurdo.
Y el cielo escupe y llora y ríe y tose y lanza sobre mi cuerpo una red de
nubes repleta de pensamientos voraces.
Angustia. Desasosiego. Agitación.
Entonces aterriza el miedo, criatura magnificente, con alas de murciélago,
lengua de serpiente bífida y poderosas pezuñas de felino antártico.
Clava sus dientes sobre mi carne desnuda, pero no despedaza; cuando
palpa el hueso, se detiene.
A veces el mejor ataque es permanecer inmóvil, dejándose consumir. En
ocasiones la salida más evidente es esperar al desangre, al colapso de las
emociones.
Como un morir y renacer que se convierte en experimento de la
desesperación.
Comenzar a quererte fue una prueba de necesidad y de fuego, un
complicado puzle de espejos. Una respuesta a una plegaria pagana y
contradictoria.
Empiezo todas mis cartas con un intento de declaración, con un esbozo de
manifiesto vanguardista de los sentimientos. Y termino bailando bajo
fresnos y su hipnótica lluvia de hojas caducifolias.
¿Cómo detener al sol en su lucha contra la piel?
¿Cómo vencer a las bocas, los cuerpos, los sexos?
¿Cómo no claudicar ante el miedo
con su aliento de fuego?

«Miedo» Carlos Asensio.

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Es la mirada del vértigo
el hundimiento en círculos
que se concentran
alrededor del ombligo.

Las manos
una mano
se acercan
se acerca.
Territorios sin historia.

No hay más que un cruce
en la carretera kilométrica del valle.

Ya no anuncian nada               las viejas luces de neón.

Todo es
recién encontrado
o construido
o imaginado.

Dos cuerpos recorren
oscuros manantiales
después del deshielo.

Se han tragado sus lenguas
a propósito.

Están mudos.

«La extrañeza del otro» Eva García Sevilla.

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los párpados salados
el olor a frutas en las axilas
las barrigas tensas
la dureza de unos muslos
contraídos
por el miedo
a que se nos caiga
el sexo
y se pudra verde

«Verano» Laura Rodríguez Díaz.

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De él tengo noticias por los medios.
Sabe escribir de espejos, laberintos,
Bibliotecas, felinos, guapos y héroes
Militares. Reescribe El Quijote.
Acaba el Martín Fierro. Habla de Dante,
De su amor, de su amigo, de sus miedos.
Lleva una vida de escritor, tranquila.
Le llega el éxito y recorre el mundo.
Sueña el Borges autor con otro hombre,
Borges como él de nombre, para un cuento.
El personaje no consigue de una
Tal Beatriz olvidarse. Se presenta
Cada año en una casa vieja. Artífice
Del verso, el anfitrión dirige a Borges
Al sótano donde hay un punto mágico
Que es la cifra de todo el universo.
Son piezas de este sueño turbador
La enfática retórica, la ausente
Amada, la recóndita experiencia.
Este sueño insinúa el laberinto
Del soñador. Al fin, busca el soñado
Enfrentar sus problemas. Ojalá haga
Lo propio el escritor, y se libere
No sólo en la ficción sino después
De verterla de en frente del espejo.
Borges y su reflejo se me mezclan…
No sé cuál de los dos desciende al sótano.
No sé cuál de los dos está más solo.

«El Aleph» Marcelo Sánchez.

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La espada que usaron en la película era del tipo Toledo-Salamanca.
La primera película era buena,
al menos eso creí cuando la vi.
Yo era un niño y los poetas aparecían como seres aburridos
en la escuela nos hacían leer y nosotros lo odiábamos
soñábamos con cortarle la cabeza al profesor con la Toledo-Salamanca
cuando salía del salón a orinar
Christopher Lambert, Sean Connery y Clancy Brown
nos hicieron entender lo triste que es permanecer
hay poemas que no envejecen y eso lo detestamos
porque no hay nada más triste que un adulto con cara de niño
o una puta vieja y destartalada transando el precio mientras se quita el pañal
mi abuela murió joven
me gusta ver la escena de Titanic de James Cameron
en la que Di Caprio se hunde en las frías aguas del atlántico
él nunca intentó flotar y su cuerpo se veía hermoso
mientras se perdía lentamente en esa profunda oscuridad
Rose,
aferrada con las uñas a esa tabla roñosa, vivió
por muchos años
y se casó
y envejeció
y eso fue todo.

«Receta para acabar con los poemas highlander de nuestra generación» Mauro Gatica Salamanca.

Logo Zéjel

así por separado preparamos
montañas de cajas apiladas
en los rincones de la casa
por todos los pasillos hacia el salón

guardan todo lo que nos hicimos
precintados los corazones
se convierten en mercancía desechable
restos de otras vidas

eso es el amor
paquetes envueltos con cinta de carrocero
maletas con nuestros apellidos
retenidas en cualquier aduana

cajas con nuestras iniciales
pintadas en el centro
nuestros nombres
abandonándose el uno al otro
manchados en algún contenedor

«Mudanza» Juan Domingo Aguilar.

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Ay, mi niño marinero,
tan morenito y galán,
tan guapo y tan pinturero,
más puro y bueno que el pan!
Rafael Alberti

Me llaman el Isma. Anda que se me varvidá er día. Mi mare, la Dolore, no vea la guasa que gasta, la vi llegá de lejo por la calle San Termo, dereshita que venía pa mí y ante de desirme na, bin, marreó un sopapo que me dio la vuerta la cara, que me dejó con do güeno lagrimone, me cogió, yo creo que hasta me levantó dos parmas der suelo, fite lo que te digo, y me llevó arrastrando por la oreja pa la casa, niño, sacabaron las chuminás, si te viera tu pare, quempá descanse, me tiene afisiaita, ea, mañana, mañana mismito estás yendo donde la barca der Grasián y estás tirándote ar má. Y qué le desía yo, si tenía rasón, e una santa, si llevaba un mé sin aparesé por el istituto, un mé o má, y no tenía má vuerta de hoja, así que ná, allí que me fui, tú ere el hijo der Paco, quempá descanse, po sí, y me montaron en una barquilla y aluego en un barco má grande y venga ar purpo y venga a la gamba, ar palangre, arguna ve que vamo a la armadraba a vé si nos dejan faená, pallá y pacá que a mí to me parese iguá, tor má e lo mismo iguá… y asín hasta hoy, hasta que me pase como a mi viejo en er má, que se lo tragó una ola cuando andaban con er pe espada y toavía no lan encontrao, ande estará er gachón. Aluego, aro, vienen los turista, aro, que si qué bonito er má, que qué bien sestá asquí, que qué coló del agua, que si nos quedamo pa ve atardesé, patatín, patatán. Me pongo malo, ío. O la mierda esa de historietas de piratas de los kioskos, fuego le metía yo a tó, piratas, enga ya, qué guapo er de la película, sí, maquillao entero, precioso vamo. Asín le daba yo al americano ese, ar Yoni Dip ese… Ohh… Pa Somalia lo mandaba yo, como mi tío Rafaé, poresito que pasó er quinario allí, que sí Manuela, que me van a pagá musho, un dinerá, que sí, desía er pobre… Y casi nos lo matan. Piratas. Sí, aro. Qué romántico. Er má… Qué romántico, aro, er má…

«De lo romántico del mar» Alex Prada.

Logo Zéjel

Ondean los harapos de múltiples colores
La infantería borracha, envilecida
Celebra las victorias y las derrotas por igual
Sin existir duelo,
los mártires nuevos, arrugados o viejos pagan el festín
Financiando el delirio del momento
la nación se sienta en una banca rota
las arcas dilucidadas en acuerdos efímeros
en traslucidas intenciones
las múltiples lentes hipnotizan a la población
la iconografía de la mentira, en carnavales de cadáveres
en comparsas de alcohólicos emblemas
los buitres son líderes
los héroes son fabula para ingenuos, la independencia es un cuento
En literatura prosaica los diezmos construyen la sociedad del futuro.

«Celebración Nacional» Duraham.

Logo Zéjel

A alguien tal vez le va bien.
Desiderio de distancia toman las arañas en los orfelinatos,
pero entonces recuelgan
sobre sus hilos que a la postre son telas.
Y aquella casa pronto es una trampa.
Pero no lo es para los otros, invitados a ser devorados
pronto nadie cae, y la trampa es la espera.
Y es la nada;
Y es un hilo trenzado de forma perfecta,
esperando con un hambre por siempre no resuelta.

«Nos falta distancia, variación para Vladimir Holan» Ignacio Fernández Torres.

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He bailado con Patti Smith
y entre sus brazos he sentido
la paz y la armonía,
y las ganas de luchar;
la poesía entre sus dedos,
la magia en la mirada,
el grito en la garganta,
la vena a punto de explotar.

He notado la presencia
de todos los muertos:
de los poetas que se fueron,
de fotos en blanco y negro,
del Chelsea frenético en hora crepuscular;
las noches enteras sin dormir
y luces de neón,
el CBGB abriendo sus puertas,
pariendo artistas underground,
que envejecen señoriales,
tras un pasado decorando los retretes,
cerrando cicatrices,
cauterizando las heridas de la noche
grabadas con tinta en la mañana.

Desde Dalí a Dylan Thomas,
la sombra alargada de William Burroughs,
mirada impertérrita, abrigo negro,
y Janis Joplin entre plumas,
entre carcajada histérica y
sexo sediento,
he notado la presencia
y el poder de la ausencia.

Patti me miró a los ojos
y me cogió de la mano
también yo
quise bailar.

«Y bailé con Patti Smith» Teresa Gispert.

Logo Zéjel

¿Qué tenéis en contra de la nostalgia, eh?
Es la única distracción posible para quien no cree en el futuro.
La Gran Belleza

En la desesperanza
construir un hogar,
un aparato humano que caliente
un imperio de voz airada,
alegatos para la locura
sembrar la calma al final de la vida
y la vida puesta
al final de una materia
alegatos para una redención
a la que sucumbir
detesto los parámetros del verbo
miro fijamente al perdón
alegatos para las flores,
para no ser de nuevo yo,
para no encontrarme de nuevo conmigo
al fondo de la excusa,
quiero decir la Nada que en todo habita
para eso la desesperanza
en lentos gramos, para eso;
rosado edificio tú y tu locura,
tus cimientos Flaubert
tu arquitectura propensa al ruido
no diciendo nada la ciudad
que no supera invierno alguno
para eso la desesperanza
y su habla enrarecida,
el olor de la casa de los viejos
los coños y toda su presencia,
toda historia contada con la voz
de una mujer
para eso la desesperanza,
para pasar las grandes horas
atisbando el roce en lo pequeño,
magia llaman
a lo que es un truco solamente,
para eso morirme a cada rato
pero no morirme solo,
encontrar algo que no hacer
algo que no mirar
hasta quedar ciego del nombre
para eso la desesperanza,
para esconder animales en el tórax,
animales en el vientre
en el bajo vientre
allí donde las carnes ya flaquean.
Todo muere a mi alrededor
y tú no entiendes nada,
y el arroz
humea en el plato
con cierto carácter universal
aunque no hable de la muerte la belleza
para eso la desesperanza
para que todo mal ostente
al menos
una gran belleza.

«De la Gran Belleza» Alberto Rivas.

Logo Zéjel

Quiero que mi poesía sea útil,
que salve algunas vidas, ayudarlas
como hace la sanidad pública,
que el poema suene como esas sirenas
de ambulancia, al límite, que acaricien tus dedos
las páginas como el teclado
de tu smartphone, marcar uno, uno, dos,
quiero decir, que dobles esta página,
las que necesites para saber
que no estás solo, aquí me tienes.
Escribir como un cirujano,
perfeccionar la técnica, que dependa tu vida
de mis versos como en las series
americanas. Escribir,
a corazón abierto, tu corazón y el mío.
Que estés a gusto en estas líneas
como en las buenas camas de hospital,
modernas, que se elevan con un mando
para que estés tranquilo, cómodo.
Dedicar mis esfuerzos, que parezca un hotel.
Cada rincón con su metáfora
y con su ambientador
a frutas del bosque y a cítricos.
Me he dejado la piel, las sábanas, el suero:
este poema es un hospital de lujo.
Lo que quiero decir, sencillamente,
es que, si escribo, lo hago con la idea
de que estos versos sean tan útiles
y nos salven a los dos, y me salven,
que en el fondo eres tú quien me rescata.
Quien evita que muera
como un folio sin pulso. En silencio.

«112, poética, dígame» Jorge Villalobos Portales.

Logo Zéjel

Cómo decirte que desaparecerás
cómo decirte que te tragará el olvido como la
boca de un buzón de correos
que no quedarán letas que sostengan tu cara,
Y tu expresión se deshará como una mancha
de café en un plato,
caducará el amor, quizás no te veré más,
pasará todo como la peor de las tormentas
definitivamente
Y te olvidaré como un sobre vacío
en un buzón
Sin pregunta
sin respuesta

«Potencialidad y biografía» Roger Santos.

Logo Zéjel

I
De qué me sirve esta juventud
ya solo crecen piedras en los árboles
Qué triste esta sombra
que se alarga y cruje y se rompe
hasta bajo los pies de un niño
Debo resguardarme en el suelo
hundir todos mis papeles las manos y los ojos
para cuando llegue la tormenta
Allí donde ocurre el murmullo de una hormiga
con la misma frecuencia que la de un beso al resbalarse
Y contradigo el Amor:
una palabra que da hambre
pero nunca de comer
Aun así me consuela despertarme boca arriba
con el pelo rojo y un olor a sulfuro
y escribir con el dedo
como quien se declara en las paredes de los baños públicos:
ven dios te desafío
la tierra cuando tiembla es casi el cielo

II
Hoy me he despertado en esta tierra con el peso de una vida
Este estar entre el día y la noche
y solo buscar palabras para el silencio
callarlo callarlo o aguantar hasta la náusea
como si estas dudas
como si el dolor
fueran un arroyo que se acaba en el cuerpo
Escucho todas las mañanas cómo pisan esta piel:
piedra tierra seca y dura
Y yo sé con la certeza de un niño
sé que los pájaros
esos bellos pájaros que picotean en mis tetas
y bañan luego sus picos en mi ombligo
cantarán algún día sobre mi tumba

«De qué me sirve esta juventud» Carla Martínez Nyman.

Logo Zéjel

Ya la sombra es el nido cerrado […]
ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama

Miguel Hernández

Donde la luz exige el tamiz de la persiana,
multiplicar al fin la unidad sin fin de su rastro,
prolongar sus delgados dedos numerosos
que -inocentes- tocan todo lo que ha sido
diseñado para el tacto. Van quitándole al día
su polvo de penumbra, el maquillaje sombrío
que oculta el horroroso rostro de la tarde.
Van descubriendo insectos huidos tras las lámparas.
Afilados cuchillos que sin piedad descuartizan
al alba el imponente animal de la noche.
¡Bebamos juntos de su nutritiva sangre!
Sogas tensas sobre las que hacen equilibrio
-funambulistas- las sombras más habilidosas.
Donde la luz: un cuerpo iluminado que la mira.
No sé hacia dónde mira un cuerpo que mira hacia la luz.

«Donde la luz» Álvaro Carbonell.

Logo Zéjel

Profundidad, grieta, dzonot
donde no hay montañas los abismos son subterráneos.
Ojo del mundo en medio de la tierra,
ojo aguamarina, siempre abierto
donde se posan las hojas del tamaño de un grano de arroz.
Nado en el ojo del mundo
la capacidad de observar nunca se seca.

Mi cabeza se inclina ante el gran ojo y quiere cerrarse
quiere ser el olvido de lo que se sumerge.
El agua prolonga los rayos de luz,
hay peces con la paciencia y los bigotes de abuelos milenarios.
Los helechos esperan
hace siglos
en la orilla.
Dzonot:
Hueco en la tierra que el agua vuelve sagrado.
Jardín, con tiempo propio, guardado en el espacio detrás de la mirada.

Las imágenes que sobrevivan
al naufragio de la mirada
se convertirán en amuletos.

«Amuleto» Carolina Sánchez.

Logo Zéjel

Alguna vez dormí en la mano de una mujer pequeña.
Ella me dijo: “todo se trata de cambiar de canción”.
Ella me dijo: “todo se trata de girar el sentido del universo, amor mío”.
Entonces, puse “November Rain” de Gun’s and Roses en el IPOD
y dormí en la mano de la chica de ojos de mapache y le conté una broma.
(Su corazón era un pulpo negro en una pecera de aguardiente).
Me dijo: “Has llorado, Juan, en los ríos que crecen
y corren, crecen, desde tu corazón hacia tu corazón sin manos”.
O quizás dijo: “Eres tonto porque vas a creer todas las mentiras que te diré yo”.
Era otro tiempo, pero en verdad, crecían noches y relámpagos ínfimos sobre los senos
de una muchacha diminuta. ¿Por y para qué te amé tanto?
No sé resolver esto:
el fuego crece
para no decir
“quién me amó
no me amó en realidad”.
Así me preguntaba,
“piénsalo
una muchacha no me amó
y no sé decirlo”.
Una muchacha dijo
“No sé darle la vuelta a los paisajes
donde los fuegos artificiales comunican
el vacío de todas las cosas de la tierra:
La ignorancia que necesito para creer en alguien”.
(El lenguaje solo señala
que se vacían las jarras
y que, sin embargo, puedo beber de ellas).

Nada comunica,
pero volveré
al sueño de las estrellas,
(que eran pesadillas):
estrellas que sueñan
el sueño del sueño que volvía,
era
y
volvía
otra vez a explicar el vacío
donde la gente caminaba sola:
y mi mente volvía, mariposa de alambre,
a posarse
en las ruinas
de las cosas
pobres,
de las cosas
inexplicables.

«Poema de amor de un Banksy ligeramente solitario» Juan José Rodinás.

Logo Zéjel

en pequeños sueños nosotros medimos
la quietud vertical de las cosas.
sucumbir a ellos es sencillo en agosto
cuando el entrelazamiento se ha consumado
y somos vena que palpita
pulso que late en uno
yo me he transformado en flecha que acorta
las distancias, tierra volcánica
madre y amante y después hija
para estar tranquila
para fijar el silencio que me toca
para limpiarte las manos
lavarte el cabello en el lavabo

«en pequeños sueños nosotros medimos» Gaia Ginevra Giorgi.

(Texto original)

a piccoli sonni noi misuriamo
la quiete verticale delle cose.
cedergli è facile in agosto
quando l’incastro si è consumato
e noi siamo vena che pulsa
polso che batte in uno
io mi sono fatta freccia che accorcia
le distanze, terra vulcanica
madre e amante e poi figlia
a stare tranquilla
a fissare il silenzio che mi tocca
a pulirti le mani
lavarti i capelli nel lavandino

«a piccoli sonni noi misuriamo» Gaia Ginevra Giorgi.

* Traducción por María Martínez Bautista, también traductora del libro Maniobras secretas, La Bella Varsovia, 2018.

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desde la grieta azulada de la tierra
como una niña has apuntado
y has disparado al centro de la tempestad
tus apariciones nubladas
en la fluorescencia de los vasos
(se evaporan) en el resplandor violáceo del despertar
porque me floreces dentro en cada sueño
silencio y abandono
(crezco falena consagrada a tu luz de piedra)
cómo puedo perdonar el que ya no seas más
de huesos y aliento – en estado de carne y decadencia
cómo puedo perdonar los cuerpos de los otros – mi pulso que late
si yo de ti no tengo más que destellos de luz,
el esqueleto intangible de tu juventud.

«desde la grieta azulada de la tierra» Gaia Ginevra Giorgi.

(Texto original)

dalla spaccatura azzurrina della terra
come una bambina hai preso la mira
e sparato al centro della tempesta:
le tue apparizioni nuvolose
nella fluorescenza dei bicchieri
(svaporano) al chiarore violaceo del risveglio
perché mi fiorisci dentro a ogni sonno
silenzio e abbandono
(cresco falena devota alla tua luce di pietra)
come posso perdonare questo tuo non essere più
di ossa e respiro – in stato di carne e declino
come posso perdonare i corpi degli altri – il mio polso che batte
se io di te non ho che stracci di luce,
lo scheletro intoccabile della tua giovinezza

«dalla spaccatura azzurrina della terra» Gaia Ginevra Giorgi.

* Traducción por María Martínez Bautista, también traductora del libro Maniobras secretas, La Bella Varsovia, 2018.

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Yo era una niña el día que desembarcaron
los kiwis en España. Yo era una niña española y ellos en cambio
eran calvos y verdes, cansados por el viaje desde Nueva Zelanda.
¡Qué emoción recordar ese día! ¡Qué emoción su textura peluda!

Probablemente llegaron en un contenedor
de ocho pies por cuarenta al puerto de Algeciras,
Barcelona o Bilbao
(tenemos tantos puertos en los que recibir
especies de otros mundos)
¿Cómo hicieron para evitar los golpes
durante el largo viaje?
Los primeros, recuerdo, estaban siempre duros, y por lo tanto
ácidos. Eran inmadurables, eran como yo ahora.
Para anunciarlos, ampliaban la foto de uno de ellos
partido a la mitad. De un verde extraordinario
y con esas semillas color negro: comérselo requería valor.
(Dicen que hay una foto de Nikita Krushev comiendo un
kiwi en una recepción en los años cincuenta. No he podido encontrarla)

No olvidemos que el kiwi, además de una fruta
es el nombre de un pájaro. Recordemos también que ningún animal
sonríe a los humanos con ganas de intimar.
A ver si sois capaces de leer bien sus gestos: la mueca
de ese chimpancé al descubrir la encía
es su preparación para el ataque.

Mientras tanto, los inmigrantes
que llegaron a España desde Pakistán el mismo día que el kiwi
acordaron bajarle el picante a todas sus recetas
y lograr que pasasen por platos de la India.

Tres décadas después, el curry nos parece
un plato regional y hay kiwis españoles
que nacen aquí mismo, bajo plásticos sucios
quemados por el célebre sol de Andalucía.
El kiwi ahora nos da igual, el kiwi
está devaluado. Tuvieron que inventar uno más dulce
llamado kiwi Gold y asi reconducir nuestro deseo
de nuevo hacia su pulpa.

«Ayer y hoy del kiwi» Mercedes Cebrián.

Logo Zéjel

En virtud del artículo 20 de la Constitución del 78
no han de ocultarnos lo que sucede
a nuestro alrededor y sin embargo yo sólo puedo
intuir, mirar por la mirilla desde fuera,
pensar que quizá sí o quizá no,
sumar las pistas, honrarlas como añicos
de una vasija griega, exhumar
los rasgos de esa cara con la que me topé
en plena excavación.
El testimonio oral me ayudaría tanto
a la reconstrucción, porque no creo en los cuerpos
sino en su parloteo, en el dispositivo que produce la charla.
Alguien me dijo un día: “no te vuelvo a contar nada
porque después te acuerdas
de lo que te conté”.
Pensé que eso era bueno y resultó
que no. “Es como si un análisis de sangre,
de tan exagerado, se hubiese convertido
en transfusión”. Esa fue su respuesta.
La explicación no se parece en nada al tenedor
que pedimos al ver unos palillos en la mesa.
Si finalmente llega, el asunto es más bien
qué hacer con todo eso. La información la imagino
caliente y en la mano, como esos polluelos
que se caen por error del nido tras nacer. Si son
puro temblor, si son muy feos. Me recuerdan a mí,
con el pico muy abierto
en busca de algo más.

«Derecho a la información» Mercedes Cebrián.

* Malgastar, La Bella Varsovia, Granada, 2016.

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 Il est bel et bon, commère, mon mari. (…)
Il ne me courrouce, ne me bat aussi.
Il fait le mènage, il donne aux poulets,
et je prends mon plaisir.
Pierre Passereau, S. XVI

En esta cantimplora que acarreo
llevo un marido líquido: no lo bebo a sorbitos
para entrar en calor, sino que lo transporto, lo observo
y lo mantengo intacto. No se lo ofrezco a otros para que se reanimen,
como sin duda haría un perro San Bernardo.
Tampoco él me acaricia, porque es líquido,
pero como las manos que me dan por la calle
resultan ser de cera y fundirse al momento,
es lógico pensar: “la que pertenecía a mi marido líquido
está en la cantimplora, derretida”.
La agito y algo suena: es la alianza,
que aún no la vendí.
Se desperdiga el marido por toda la botella de aluminio
en el furor de un baile sin trabas ni ataduras.
Ya no lo reconozco. Ni siquiera me habla,
pero hace compañía porque pesa
y otorga contenido al recipiente. Es el tapón de rosca
el modo más fiable
de asegurar su presencia en mi vida.
Mientras tanto, cansada de ser Calipso para otros,
ya no prometo la inmortalidad
a cualquiera que se acerque a besarme.
Antes bien les ofrezco listones de madera
para construir su balsa.
Salid a navegar, sed vuestro propio
océano, vuestro propio vaivén.

«Il est bel et bon» Mercedes Cebrián.

* Malgastar, La Bella Varsovia, Granada, 2016.

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