I
Así
me presento ante tus ojos:
dos pies de barro
y las manos sucias, cubiertas
del vino que derraman las bayas,
del higo arrugado,
rescatado
del último huerto
que planté para ti.

II
solo queda un hueso
entre la hierba: brilla único en la noche.
me pregunta él
si no me he cansado del dolor,
del bosque de agujas mentirosas
y de una caminata apagada en la que no hay nada
y no existo.
mira:
está en este hueso el brillo lunar
y una tristeza envenenada
a la que siempre gano el puño.
la victoria infectada
sigue siendo victoria.

«Así» Paula Pérez Rey.

Logo Zéjel

¿vi a mi abuelo
comer higos alguna vez?
acaso fuimos una familia
en el límite del verano

«¿vi a mi abuelo» Carla Santángelo Lázaro.

Logo Zéjel

cuando mi abuelo comía higos
era como un sueño
los dedos machados
sobre el plato
agosto
el sol
volvía transparente el agua
de la piscina
he olvidado por completo
su voz
a veces imagino que vuelve
de cuclillas
enciende el fuego
volcado hacia el vacío
mi hermana y yo
miramos su figura
de espaldas
le pregunto en nuestra lengua
què diries ara?
potser res
però si fora una paraula, només una?1
olivo
atardecer
pino
casa

ja sou dues dones
escolteu:
no hi ha res més després de sa mort
només noltros una altra vegada2
dejo dos plantas
sobre la tumba
con un trapito cuidadosa
quito el polvo
de su nombre

tomo notas para él
como si pudiera ver algo
un pedazo de cielo
sus ojos
cada árbol plantado
tierra adentro

ahora lo sé
mi abuelo está más vivo
en la escritura
de lo que estuvo
en la vida.

«cuando mi abuelo comía higos» Carla Santángelo Lázaro.

Logo Zéjel

Esto dije y no me arrepiento:
“Arrugado estoy” y sigo,
como el mantel de un bar
a medianoche.
También tú, quieta,
viendo pasar a los ciclistas
al otro lado del río,
gritando canciones
que no escucharemos juntos,
que no volverán a verme.
“Quiero parar de golpe”
dije también,
ya vendrá después el ruido,
la escarcha,
la grasa cristalina, mírala,
manchada de sangre
y de arena
y al final el hambre,
siempre el hambre,
vendrá seguro
cuando pase todo.

«Fue así» Manuel Pérez Matesanz.

Logo Zéjel

[Premier Deuil; Bouguereau, 1888]

donde los cuerpos caen
uno de otro
y la mancha pálida
su despertar rebusca;
es ese llanto por la tierra
que te olvida
–sedente,
una mano turbia
ya
fiambre.
“Abel,
comiénzate.”
mas no hay transposición
ni hay órgano.
“también los hijos mueren”
dice Aquel
que revuelve el cereal
en búsqueda de agua

«Todos los hijos» Aitana Monzón.

Logo Zéjel

también es este Rothko brecha en su misterio;
¿los besos de Cernuda medraron tu sofá, Desperatio de cabra y pajarillos?

encina del querer: beberse en la tibieza este susurro [líð],
igual que en las misivas gritabas amor fosilizado (cuerpos de aquellos siglos)
vibrando hacia mi peso con tu peso.
con esta rama de olmo hacia qué herida, por qué mi edad
no fue ya suficiente, o así llegarse tarde hasta el amor
y sus derribos –preguntas cavándote las palmas.
te dije: morir es un correr del niño entre gramíneas,
canto escupido del gorrión: vertical contra su nuca


[ silencio ]


parálisis_detodo _

( )

in–aequi–librio


tu voz detrás
del cielo y su promesa; vientre frío llevado [ahónde] por la nada [ahónde].
es por ser noche: dices; qué poco enmudecemos a la noche
dichosa lumbre que silva en tu sofá porque es noviembre
y cómo arañan pálidos de sangre los higos soleados cayendo hacia mi centro:
(calor como bancal que no te di)
En el monte gramíneo veréis al ruiseñor /

«Thérèse revant – II» Aitana Monzón.

Logo Zéjel

Al oír tu nombre,
siento lo que el marfil de los elefantes
cuando se duermen bostezando.
Rodeados de un cuero terso, son
como mi palabra
seca sin la tuya,
o boca vacía
de tenues algas.
Si no me hubiera equivocado,
habría seguido
tus líneas con mi mano,
te hubiera seguido acechando
tu rostro, como de harina,
henchido por mi salitre.
La soledad,
solamente la soledad
me devuelve tu marea,
con la resaca ígnea
de tus ojos verdes.
Y te veo aquí sentado,
moteado de saliva,
bordado por mil agujas
que no son las mías
y en cambio se parecen
a las mismas
de mi dolor y de mi deseo.
Si es que son cosas distintas.

«Al oír tu nombre» Enol Vigil.

Logo Zéjel

Era el año del tigre en el calendario
chino
ibas a la colina a cazar para nuestra futura
familia
olías a agua con cloro y a sofrito casero
y me decías en qué calle vives cuál es
tu casa
quién de todos es tu abuelo
esos son tus gatos o del vecino
le rezabas a un dios
para mí
animal desconocido mi mitología era otra
tu imagen
-arrodillado-
era una estampa que me hacía reír
me prometí no regresar
para besar
el pringue
la súplica tu desconsuelo en las noches más frescas de verano
cuando el jet lag me mantiene despierta
comprendo
la promesa incumplida también yo siento el abandono
tu lamento
de niño burbuja
niño aceite empapado en lodo:
te dejé sin herederos.

«1998» Celia Martínez Sáez.

Logo Zéjel

a ver cómo te explico
yo esto querido
fuimos felices muchos
años pero ahora
apenas somos
un soplo de viento
que amenaza la grieta
de una ventana
no nos culpes
apenas intuíamos
el desfase
no imaginábamos
qué queda
entre dos cuerpos
que se aburren
no voy a olvidarte
me llevo tu huella
aunque ya no necesite
el resto del conjunto
no voy a olvidarte
aunque ya no te recuerde
y los limones ya no evoquen
mañanas de guijarros
en los que resbalar
y sostenernos

«citronela en el freno» Iria Fariñas.

Logo Zéjel

Nace la caricia engendra el beso
brota el surco mana el agua
amanece su deseo se propaga
sin cesar hasta agotarse
el río se retira: no sus dedos
el beso se retira: permanece
la piel húmeda en su dorso
es deseo consumado
caricia del labio
y la tierra con su boca embrionaria
el fin del deseo es el deseo
un beso nace de una brisa un precipicio
la ventada que acaricia los sensores
bate cuerpos ateridos en la noche
muerte lenta de un olvido congelado
en las manos el calor de las certezas
se disipan de tan secos los seísmos
unos ojos como ramas al desnudo
sus dos labios son raíces destrenzadas
buscan aguas en la sed de los convulsos
un torrente de silencios abismales
no regresa
qué beso estéril nació de qué viento inerte de qué cumbre

«Contracción» Cristina Girona.

Logo Zéjel