Zéjel. Revista de arte, literatura y pensamiento.

Nº 8 – Mayo 2023

(Número on-line)

E-ISSN: 2530-0601

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me senté a escribir. Muchos escritores, escribientes y poetas calificarían este estado de inactividad como un fracaso. Es cierto: la vida se escribe rápido. Y nosotros, humildes perseguidores de su sombra, no hacemos más que acompañar sus movimientos.

En consecuencia, pensamos: la producción literaria también ha de ser vasta. Los medios de difusión cultural y las redes sociales no hacen sino acrecentar este malestar. “Si no escribo, no estoy en el mundo”. Por contra, cuando escribimos, cada palabra parece decir: ¡Yo soy el poeta!; y cada publicación parece ser un golpe sobre la mesa. ¿Pero de quién?

Yo he vivido como vosotros ese miedo que poco a poco se convirtió en una cuestión casi identitaria: ¿qué hace al poeta?, ¿he dejado de serlo estos dos años? ¿Acaso lo soy solo cuando escribo, o cuando un amigo o un lector me recuerda alguno de mis versos?

Mucho se ha escrito sobre la poesía pero poco sobre el poeta. ¿Por qué le debemos tanto al objeto? He buscado posibles respuestas en la propia literatura. Como sabemos, para Pessoa el poeta es un fingidor; para Huidobro, más bien una especie de demiurgo, “un pequeño dios”. Entre todas las que he logrado recordar, hay una que me parece especialmente certera, por la naturalidad y poca pretensión con la que aparece. Versos de un Poeta en Nueva York que no han dejado de corretear por mi cabeza desde la primera vez que los leí:

«porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado»

Sondar las cosas del otro lado como epíteto más fino de la condición de poeta, negación de la propia condición de poeta frente a esta mirada, como un estado más antiguo y primitivo; negación incluso del hombre, realidad de otros (mirada de otros) construida e impuesta sobre nosotros. El poeta es quien mira y decide. Sondar las cosas del otro lado para descubrir posibles trampas, como un acto de rebelión o un simple juego, pero también para asombrar(nos) desde otro prisma; como una forma novedosa y siempre fresca de amar.

El tiempo que no he escrito no he dejado de mirar. Tampoco he dejado ser hijo, amigo; no he dejado de leer, de amar; desde que soy niño no he dejado de “sondar las cosas del otro lado”.

Al cabo me consuela seguir siendo aquel que desea, quien estrecha lazos y aprende. Quien mira y quien oye. En estos momentos de sequía productiva, me consuela saber que también he ido cosechando y macerando la palabra, escuchando la voz de quienes me hablan. La literatura empieza ahí, no lo olvidemos. Nos exige vivir para llegar a ella.

«¡Yo soy el poeta!» Narciso Raffo.

es verano
las calles están llenas de naranjas amargas
cigarras, pájaros, zumbidos y ondas se entremezclan en el oído

en el agua de la piscina tres avispas muertas y un par de niños
a lo lejos un cuerpo se desprende del suelo
impacta contra el agua con una postura extraña
abajo todo se escucha diferente
los gritos adquieren otro lenguaje
dicen que el tiempo se cuela entre los sonidos
la palabra ya no significa

el agua rellena sus huecos
la respiración adquiere forma
un suspiro son tres burbujas

un cuerpo reposa al fondo
su pelo ondea pero
quieto está cansado
de lo terrenal

Mayla Tapia Galindo.

La muerte desde el fondo es toda blanca
en blanco, blanco zinc, en blanco roto,
un blanco inicio
que empieza, apaga, empuja y,
en los gestos,
expone en un silencio ronco sed.

La vida, cuando es vida, colorea.
El rojo vivo tiñe,
bombea saturado, cuenta, brinca,
conforme llega en poco a poco el blanco
agota, languidece en el latido,
la luz lo ocupa todo
y es la nada,
no hay tacto que se quede
sin materia:
el ojo, sin el iris, sin pupila,
cegado, plano, borra cada borde.

El blanco en el coral lo cansa todo,
el fondo, más al fondo, a brillo puro,
la nada que nos cabe en el pulmón,
cerámico,
marmóreo,
muerto neutro,
quedando sin manchar y sin memoria:
el blanco que nos mata
sin gritar.

«Coral» Andrea López Montero.

veintiuna lunas al mes sin falta
antes de dormir
empujo una pastilla fuera del blíster
la coloco sobre mi lengua
y la trago sin agua sin pensar
asumo como una certeza
la verdad del que todo lo sabe
del que no sangra del doctor/del amante
y la trago sin agua sin pensar
ignoro los silencios del cuerpo renuncio
a los campos de mi carne / a la sangre
de las madres
en su lugar otra cosa por mi pierna
vacía la luna sobre el plato de la ducha
en los siete días restantes
una cosa impropia demasiado roja
demasiado líquida demasiado
cansada

«veintiuna lunas al mes» Marina Bravo Clavero.

Dentro del paritorio,
se oyen gritos desgarradores.
No es fácil traer al mundo
una luna creciente.

Otras están esperando en sus habitaciones.
Alguna se aburre y dibuja el rostro de su bebé
en la pared.
Se da cuenta de que la ternura no cabe
en las mejillas de un fantasma.

Mientras tanto las matronas se desinfectan las manos,
se limpian las legañas
y preparan el altar con cuidado.

Se trata de un sacrificio ancestral.
Cortan la carne de la sacrificada y la estiran
como si fuera las alas de un águila.
No duele.
La madre abre sus brazos
y se entrega
a la infinitud del amor.

«Paritorio» Patricia Úbeda Sánchez.

En la misma habitación desde hace veinticinco años
mi madre dobla la ropa sin una arruga
para así no ahogarnos al vestirnos.
La guarda en cuadrados perfectos
al fondo del cajón, cuidadosamente,
entre sus preocupaciones, sus debilidades
que siempre nos ha ocultado.
No hay nada más intimo
que la penumbra de una habitación.
Sin embargo, ella no es consciente
de que el misterio entre adultos
no existe.
Hace años que la observo, sigiloso,
tumbada en la cama
dejándose llevar por una marea
la boca abierta
su carne encogiéndose
sumergida en el centro de su intimidad.
Y hace años que tras despedirnos
se quedan en mis brazos
pequeños copos de nieve.
Ella seguirá su ritual, en silencio,
y la ropa apretará mi cuello.

Sergio Obreo.

por protegerlos de algún modo
enumerábamos los seres y las cosas
Marosa di Giorgio

gustosa escarbo
como gusana voraz
ingiero el mundo de
su asco me alimento
//
el endometrio desprendido
como un trozo de fachada
//
nos dieron a probar de los
frutos como riñones dorados
//
un archipiélago de rotos
a lo largo de la tela intuye
el vello de un vientre
//
toleraba cualquier salinidad
no le escocía la herida
me dejó lamer su costra

Carmen Casanueva García.

mamá ayer me llevaron a confesarme a la iglesia del colegio me dijeron que
llevaba la falda muy corta me dijeron que pidiese perdón me dijeron que no
debería sentir ese cosquilleo pero por primera vez no sentí culpa de tener
las uñas pintadas de rojo chillón

tenemos la misma forma que un algodón de azúcar
(dulces y al borde de desaparecer)

el color rosa es engañoso por eso a las niñas nos han engañado toda la vida
la esperanza se nos agotó a los 5 años y desde ahí vivimos tirando como mulas de carga
de las palabras que nos han sido dichas (que nos separan las vértebras) y de esa promesa
incumplida (la de Dios y la de nuestra madre)

aunque todo se nos quede grande hemos aprendido a no mentir a mordernos la lengua

luego crecemos y somos obscenas frente una Biblia abierta y nos arden las puntas del
pelo
y nos pica detrás del ojo y dejamos de sentir el paladar

no sé de dónde salieron esos aires de grandeza solo sé que a veces hay que creérselos a
veces hay que teñirse de rosa y rojo a veces hay que encender un fuego

la ceniza nos sabe a impotencia pero

juramos sinceridad y nos sabemos Santas

Sergio Obreo.

La pupila de la vaca ensancha su negrura
el desgarro del grito aterciopelado de una madre
engorda la porosidad de las vigas que
sostienen el dolor de fractura
aguardan el llanto prematuro del niño
que deberá ser hombre.
Las diminutas manos se alargan
preparan el cuenco donde
recoger la ubre
desmigar la lana
donde nacerán las caricias para el buey que ara.
Las sendas rajan su letargo para entregarse
a las huellas del niño
violetas y caléndulas se disponen a su tacto
el perro consentirá su mandato
la vara del roble ya se deforma
para su palma.

Naiara Zazpe.

No sé si te has dado cuenta; los barrios pobres tienen
nombres de santos en este país.
Así es como los ricos redimen sus pecados.
Les tiran un pedazo de parcela a los asalariados
y les permiten vivir en la ciudad.
Al principio trabajaban para ellos,
vivían para ellos, recibían en caridad su ropa
y el fondo de las ollas. Ahora sus hijos
y los hijos de sus hijos pasean por las calles,
tienen carreras, siguen a los herederos en Instagram.
Leen poesía. Vuelven a los barrios con nombres de santos,
pagan un alquiler por encima de los dos tercios del sueldo.
No creen en Dios y no tienen pecados.
Solo un apellido vulgar y una amarga sensación de déjà vu en la sien.

«No sé si te has dado cuenta» Cora Álvarez Blanco.

Tengo los libros de poemas
insertos entre versos de mi padre escritos a pluma.
Para leer una antología poética de Luis Cernuda
debo abrirme paso entre la profusa malla de palabras azules y caóticas
del primer hombre que me vio desnudo.

Escudriño la huella dactilar impresa en la tinta
para ver si puedo estribar mi juventud sobre su narrativa
o si el final, con suerte, resulta ser una muestra de mi madurez protocolaria.

Me he dado cuenta
de que he acabado termiteando Vivir sin estar viviendo
para extraer delicadamente los volcados salvajes de experiencia
sobre las arenosas y ajadas páginas que un día compusieron la antología
y hoy son un álbum de recuerdos o dos vasos de plástico unidos por un cordel
o un puente transgeneracional o una conversación íntima
que se propuso en 1985 y continua hoy
(11/04/2022),
y estoy brincadamente contento.

Es curioso que mi padre y Cernuda solo compartieran mundo once meses
y que el segundo escribiera un poemario
para que el primero hablara con su hijo.

«Gracias a Luis Cernuda» Marcos Pérez Parras.

No regué las orquídeas
de mi padre
Ahora están muertas.

Cae el vino sobre
la mesa, sobre
los libros, sobr
e un dibujo, so
bre palabras.
Sobre las flores
cae el vino
y no sé si debería
tirarlas, si
el agua cura, si
sobre la tierra
mi padre siempre
estará muerto.

«No regué las orquídeas» Mercedes Morón.

Crecer en la carencia es convertirse
en apátrida del amor,
en huérfana de la memoria,
en vagabunda del tiempo.

Si pudiera me quitaría cada hueso
y cada músculo, uno a uno,
hasta volver a ser pequeña
y caber en los brazos
de mis padres.

«Crecer es querer hacerse pequeña» Lucía Sánchez.

Hoy me he ahogado en un batido de fresa, han encontrado mi cuerpo nadando en un
charco rosa y enorme en el suelo de mi habitación. El charco ha empapado la alfombra
del Ikea y unos cuantos garabatos que podrían ser, algún día, el nacimiento de un poema.
Mi rosáceo cuerpo ya no llora, apenas tiembla y no abre su boca para lanzar un quejido
al cielo, por si alguien lo escucha. Qué difícil es ser, existir, respirar si los pulmones se
encharcan de mercurio, de baba espesa, de batido de fresa que ha nadado por la tráquea.

«Hoy me he ahogado en un batido de fresa» Gudrun Palomino.

Perder la infancia es
convertirse en el sujeto regresivo
que ansía oír las voces adultas
desde el fondo del agua
como un renacuajo
al que las palabras se le escapan
en la infinitud de las ondas.

Es soñar con aquel que solo necesita
estirar su cuerpo a la deriva
para pensar que el trayecto
puede ser eterno en su fluir.

Es seguir las voces,
perder las branquias,
estirar los huesos
y arrancarse los dientes de leche.

Crecer es salir a flote, respirar
y gritar.

«Infancia» Lucía Sánchez.

Como montañas
un recuerdo tras otro
se desdibuja

«Memoria» Celeste Miranda.

Salimos las dos
en este álbum sin fotos
desmemoriadas

«mer /mère» Celeste Miranda.

alguien nos daba un cubo de agua
y luego trotábamos alegres hacia las hileras
con las últimas fresas

el regalo era comerlas allí mismo:
el presente era lo único que teníamos permitido

las cogíamos con temor a perderlas
como si apuráramos siempre agosto
al final de un camino seco

hundíamos la mitad de nuestros dedos
con las tardes cortadas entre ellos
y nos las llevábamos a la boca

un jugo fresco y rosado
caía desde la comisura de los labios
y dibujaba el rastro de la infancia en los bosques

nos sentíamos ladrones de frutas consentidos,
libres y seguros en nuestro gesto en medio de aquel campo
– no como aquella vez,
¿recuerdas los naranjos del huerto tapiado? –

las manos y las lenguas
brillantes y pegajosas
parecían delatar un crimen
llenos y satisfechos hacíamos recuento
nos mirábamos regocijados
– ¿qué venía después? –

un pedazo de nosotros también
perdió sus frutos
al final de la temporada

María Pérez Cordero.

Y si hiberno todo el invierno,
¿qué te parece? Con la nariz enterrada
en el montón mullido de piel
que me protege por las noches y a veces mordisqueo
hasta que llego a hueso pulido
y me puedo enganchar.

Así me quedaré
durante las nevadas,
anclada a tu vértebra cervical

«Cabaña de invierno» María Alcaraz.

me voy a tatuar una casita azul para que vivan allí nuestros corazones
y en este mundo de relaciones intertextuales
esta casita será nuestra
nos hipotecaremos y pagaremos este pequeñísimo trozo de tierra
fetichizaremos un pedazo de cemento porque será plural
y lo plural es un lugar seguro
me voy a tatuar una casita azul porque el azul es el color del agua y el agua es dulce y salada y
podemos estar enamorados y seguramente no pero y si quizás y si sí y si se posara una mariposa en
tu brazo cuando estemos morreándonos en el césped del jardín? eh? y si le cantara una nana a tus
orejas blancas de niña?

«me voy a tatuar una casita azul…» Paula Escrig.

No.
No está desajustada la ventana;
La que está desquiciada es mi memoria
Ángel González

Ya no entra claridad por la ventana.
Tampoco las fachadas colindantes,
ni un azul −que no es azul−
sucedáneo de cielo.

Quizá me confunda
el velo de nostalgia que envuelve los parques
o las voces de los niños diluyéndose
en la ligera brevedad del día.

«Ya no entra claridad por la ventana» David Ferrez Gutiérrez.

piscinas de valium humedecen los cuerpos de las niñas
larvas se posan sobre nuestros pómulos y hacen el amor se divorcian
yo
– que no se atarme los cordones
que nunca vi puentes colgar de sus armaduras –
recojo las frambuesas antes de que el exceso acabe con ellas
y guardo las fotos
por si manchas de sangre apagan las luces o cortan la electricidad de nuestros corazones
y olvidamos
todas las veces en las que nos quisimos

«niñas se caen de los columpios y devoran el terciopelo» Guillermo Urquiza.

No, not comfortable but home
Gloria Anzaldúa

Con el último rayo del día
asoma en el horizonte la silueta
de una gasolinera

hemos llegado tan lejos
y tan solo
para volver sobre nuestros pasos
hemos encontrado lo que
no sabíamos que buscábamos
y hoy regresamos con las manos llenas
de respuestas vacías
pero un poco menos enfermos

me gustan las gasolineras porque
nadie viene para quedarse forty-one
dollars at number five son el símbolo
de todo lo que llega y todo lo que
se marcha i knew you would
come back menos este hombre
que aquí trabaja y cada día and i knew
you would still be here contempla
historias que se detienen fugazmente
frente a los surtidores

este hombre que aquí trabaja
ahora me está mirando y se imagina
los mundos que habré visto desde aquel
último amanecer que pasé por este sitio
hace 129 días

seguro se imagina una larga travesía
por inhóspitos pinares y arcedos
y por valles y montañas y lagos
congelados y por una interminable
carretera y por ciudades
de nombres sagrados que tan solo
ha visto en internet y por pieles
de cuerpos extraños y por otras
viejas gasolineras donde
nadie
llega para quedarse

ojalá habitar su fantasía
pero yo me quedo con estos
caminos de hierro con nombres de pájaro
y con el recuerdo de mi noble
s.t.a.r.c.a.r.
una flecha negra hacia la muerte
(oh a ti te deberemos nuestra apocalipsis)

no era mi intención
vomitar en verso libre sobre tus zapatos
pero no siempre controlo mi garganta
cerró los ojos antes de marcharse:
torres de espanto
y sin embargo

Con las primeras
sombras de la noche y con el viento frío
de una estación que ya no era la misma
tuvo la insoportable certidumbre
de que en el mundo no hay hogares

solo gasolineras

«s.t.a.r.c.a.r.» Javier Adrada de la Torre.

* Este poema forma parte de Gasolineras, obra ganadora del XXII Certamen Internacional de Poesía Joven ‘Martín García Ramos’ (organizado por el Ayuntamiento de Albox), cuya publicación está prevista para finales de año por la editorial Difácil.

Es una caja o qué es
una lata de conservas
el cuarto de la plancha
el cajón de un despacho
qué es

la rueda de un hámster
la habitación del servicio
un almacén para cuadros
una cuadra para mamíferos
el trastero de un mecánico
la sala de contención
qué es

un cubo de Rubik incompleto
una cámara sin cuerpo
o una cámara de gas
qué es

un pastillero
un laberinto sin hilo
una madriguera de escorpiones
un nicho para neonatos

una vagina
qué es

algo en lo que entro
o algo de lo que escapo
como la leche de un pezón.

Qué es eso
que ya no señalo
ni digo
mira
esa es mi casa.

«Qué» Diana González Mañas.

te he desidealizado
con la manzana entre los dientes
he decidido meter la cabeza en un barreño

te he mordido los ojos y me he metido dentro de ellos
he tratado de acechar el golpe,
pero mantener la respiración en agua inflamada
hace que la cera de esta fruta se deshaga en las encías
y torne azul

decidida a partir mi espina
sostengo entre los dedos el martillo
asesto el golpe
y te me escurres,
mil piezas de cristal
derrapan por la grava

desde ahí abajo te he visto
desde
el
suelo
aún más abajo

escucho el silencio y contengo el grito.

«dar un paso» Helena Martínez.

Cuando algo me duele me pregunto qué dirías
dónde me besarías, qué harías después
lo mismo ocurre cuando logro algo, brindo al aire
siempre hacia arriba
¿cuál de tus manos me acariciaría primero?
¿quién sería yo si todavía estuvieras aquí?

«Cuando algo me duele me pregunto qué dirías» Silvia Madera.

en mí la tiniebla de la que huyeron los colibrís.
sus arterias hervientes en cólera.
gimieron huecos los difuntos de las trincheras
al ansiar en mis labios el silencio de la noche.
un cuerpo arrojado al vacío.
la nuez estrangulada de mi voz.
así lo presento:
el escollo de comprender mi esencia
si carezco de palabra con la que nombrar(me).
¿dónde hallar la clave de mi savia
cuando la camuflo con pétalos y vello y violencia?

Ángel Cívico.

Me gustan las hojitas.
Frágiles, caen desde los árboles
y tiñen mis pies
y me llenan de mocos
en pleno verano.

A veces las tomo,
tan enclenques,
basura,

y las destrozo entre mis dedos
—por ellas no siento nada.

La naturaleza me engendra,
me mata,
y yo la retuerzo como una alita de pollo.

«Las abejas se mueren» Judit Tirado.

Copos de nieve
pequeñas flores blancas
mueren en tu aliento

Mario Zurdo.

Vencejo tan breve
describen tus alas
mensajes del verano

Mario Zurdo.

me acuerdo del génesis
de este caos

me acuerdo de aquel octubre
involuntario
que arrancó de un tajo
la soledad de otoño

me acuerdo de esa compañía
anónima e innombrable
«si no la pronunciamos
vivimos la irrealidad
porque yo ahora no puedo»
no puedo
no recordar la entelequia
de nuestros dos años
las canciones los poemas las noches
que no existieron nunca
porque estoy loca
y siempre recuerdo
quimeras y mitologías inventadas
porque estoy loca
y solo prima
la palabra no articulada

el no decir elimina
toda posibilidad de realidad

me acuerdo del génesis
de este olvido

«me acuerdo del génesis» Laura Rodríguez Aparicio.

Section I

The Donut Shoppe is closing. But it’s Monday.

The woman we call Minnie
isn’t coming to unlock the door with sticky hands,
Her husband is sick.

We pay with rainbow stickers and our favorite books.

There will be no blackberry
jammed into my mouth,

No sugar shock before school
and shelter in place.

The sinkhole in the parking lot is a gasp.

The donut shop outside of
MD Anderson Hospital closes too.

Donuts Plus.
The man there invented a blueberry banana muffin.

Don’t tell me you like it here until you’ve tried one.
We pay him in cash, but he gives us a discount if we tell a joke.

Failing fledgling dream of the Florida synapse

(snap out of it!)

Forking over your cash without gracing our donut shops

Our bakeries,

The envy! To know sun!
To know our Minnie!

But this is a home constructed to be misconstrued

Sick and sticky, blueberry and banana,

Spat out and gobbled in a fantasy land of carbs.

..

.

Sección I

La Donut Shoppe cierra. Pero es lunes.

La mujer a la que llamamos Minnie
no viene a abrir la puerta con manos pringosas,
su marido está enfermo.

Pagamos con pegatinas arcoiris y nuestros libros favoritos.

No habrá moras
atascadas en mi boca,

No habrá subidón de azúcar antes del cole
sino protocolo antiterrorista.

El sumidero en el parking es un grito ahogado.

La tienda de donuts afuera del
Hospital Doctor Anderson cierra también.

Donuts Plus.
El hombre de ese lugar inventó un muffin de plátano y arándano.

No me digas que te gusta esto hasta que hayas probado uno.
Pagamos en metálico, pero nos hace descuento si le contamos un chiste.

Frustrado sueño incipiente de la sinapsis de Florida

(¡despierta!)

Desembolsando vuestro dinero sin honrar nuestras tiendas de donuts

Nuestras panaderías,
¡La envidia! ¡Conocer el sol y las palmeras!
¡Conocer a nuestra Minnie!

Pero esta es una casa construida para ser malinterpretada

Enferma y pegajosa, arándano y plátano,

Escupida y engullida en una fantástica tierra de carbohidratos.

.

«Proyectos de Florida» Sophia DuRose.

Traducción de Irene Torra Mohedano..

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قل للصبية تُحييني وتُرديني لم يبق مني سوى ما ليس يبقيني
ياظبيةً في قديم الشعر ما برحت تُبكي الكريم بمنهلٍ ومكنون
رأيتُها وأنا في الحق لم أرها لكنه طربٌ للشعر يعروني
تُحيل كل فتىً مرَّت بخاطره وكل بنتٍ إلى ليلى ومجنون
تُميل من قدها ما قد تُميل به أئمةَ الناسِ من دينٍ إلى دين
ولو رأى وجهها القديسُ قال لنا لا بأس بالذنبِ بين الحين والحين
ويدخل النارَ فيها أمةٌ طمعوا من حسنها في جنان الحور والعين
*** ***
قد يُنقصُ الحسن قدراً مَن تَيَقنه ولا كحسنٍ بظهرِ الغيبِ مظنونِ
وأعرفُ الحسن لكن لا أُعَرِّفُه يبدو لعيني ولا يبدو لتعييني
روحي بقايا سماءٍ أُسكِنت جسداً ولم تزل للسماء الروح تدعوني
إن لم أطر حسبتني لم أطر كسلاً واستنجدت بعباد الله تشكوني
فإن أحسَّت بأُخرى مثلها خفقت طَرقُ المساجينِ أبواب الزنازينِ
هي الأسيرُ رأى في البُعدِ أُسرته فصاح لا ترجعوا للدارِ من دوني
والروحُ تسعى وراء الروحِ تؤنسها من غربة الدارِ بين الماءِ والطينِ

.

Dile a la niña que me saluda y responde
Que no queda de mí sino lo que no me queda.
¡Oh cierva1 de los antiguos poemas que llanto continuo
Diste al noble en el abrevadero y lo escondido!
Yo la vi y no la vi en la realidad;
Mas tomo prestada su emoción2 en mi poesía
Que en su capricho convierte en Layla
a toda joven, y a todo joven en Majnún3.
Inclina con su cadera cuantas gentes
Volviesen de credo a credo los imanes;
Y si su rostro viese un santo, nos dijera
Que no hay mal en pecar de vez en cuando.
Por su belleza entra en el fuego el pueblo
Que ambicionó el jardín de las huríes4.
***
Quizá, quien conozca la belleza aminore su valor,
pues no hay belleza como la imaginada en lo ausente.
Conozco la belleza, mas no la enseño;
Se muestra a mis ojos, mas no muestra su nombre.
Mi espíritu son restos del cielo que habitan un cuerpo,
Y no deja mi alma de llamarme al cielo:
Si no volé, achaca a la pereza el no volar
Y pide auxilio por si otra sintiese como ella
Que de mí los siervos de Dios se quejen
Y golpeen los presos las puertas de sus celdas.
Pues ella es el preso que su familia ve a lo lejos
Y grita “¡no volváis sin mí a casa!”
Siempre procura el alma la compañía del alma
En la nostalgia sentida de su casa entre barro y agua.

«Dile a la niña» Ibrahim Nasrallah.

Traducción de Javier Hernández Manrique.


كلما حدثتنيَ عنه
اكتشفتُ بلاداً بعيدةْ
لم أكن قمحها ذات يومٍ
ولم أطوها في قصيدةْ !!
كلما حدثتنيَ عن شمسهِ
عن عصافيرَ تخفقُ في إسمهِ
وعن رحمة الله تجري كما النهرِ في دمهِ
كلما حدثتنيَ عن خوفه كجناحٍ علينا
وعن حُلْمهِ بصباحٍ أليفٍ تناثرَ ،
ندعوه ، يأتي ، كما الطيرِ سعياً إلينا
كلما حدثتنيَ عن شجرٍ يتدفَّقُ كالماءِ
في كلماتِهْ
وعن صوتهِ
وشموخِ صلاتِهْ
وعن زهوهِ آخرَ العمرِ سراً
بأقمارِ أبنائهِ وبناتِهْ
كلما حدثتنيَ عن ذلك البحرِ في صدرهِ
وعن عِزَّةِ النّخل في فقرهِ
وعن حُلْمهِ بثلاثينَ حرفاً يُرَتِّبُها
كي يسطرَ أسماءنا مثلَ طفلٍ بدفترهِ
خلتُ أن أبي كانَ يكتبُ شعراً
ولسنا سوى بعضِ أشعارِهِ

.

Cada vez que me hablaste de él
Descubrí tierras lejanas
De las que no fui su trigo aquel día
Ni tampoco las envolví en una poesía…

Cada vez que me hablaste de su sol,
De los pájaros que aletean en su nombre
Y de la compasión de Dios que corre como un río por su sangre
Cada vez que me hablaste de su miedo, como un ala sobre nosotros,
Y sobre su sueño que se esparce en una mañana amistosa
Donde lo llamamos y viene, como el pájaro, a nosotros…
Cada vez que me hablaste sobre árboles que brotan abundantes como el agua

En sus palabras,
Sobre su voz
Y el orgullo de su oración,
Sobre el esplendor de su última edad en la alegría
Por las lunas de sus hijos y sus hijas…

Cada vez que me hablaste sobre aquel mar en su pecho
Y, en su pobreza, del vigor de las palmeras,
Y sobre las treinta letras que ordena en su sueño
Para escribir nuestros nombres como un niño en su cuaderno
Imaginé que mi padre escribía poesía
Y que no somos sino algunos de sus poemas

«Mi padre» Ibrahim Nasrallah.

Traducción de Javier Hernández Manrique.

避難して蛍見にゆく親子かな

.

Evacuados / van a ver las luciérnagas / La madre y el niño

.

Poema incluido en Madoka Mayuzumi, Qué feliz de poder ver lo cerezos en flor, バジリコ, 2012. Miyaki Mieko.

Traducción de Manuel García Valadez.



避難地の空家さざめく雛つばめ

.

En una casa vacía / De la zona evacuada / Ruidosas golondrinas

.

Poema incluido en Madoka Mayuzumi, Qué feliz de poder ver lo cerezos en flor, バジリコ, 2012. Gorai Shōko.

Traducción de Manuel García Valadez.



春寒や卒寿の避難つらかりし

.

Noventa años / Es duro evacuar / Frío de primavera

.

Poema incluido en Madoka Mayuzumi, Qué feliz de poder ver lo cerezos en flor, バジリコ, 2012. Ara Fumiko.

Traducción de Manuel García Valadez.



福島はもう入住めず草茂る

.

En Fukushima / no se puede ya vivir / Crece la hierba

.

Poema incluido en Madoka Mayuzumi, Qué feliz de poder ver lo cerezos en flor, バジリコ, 2012. Kōri Ryōko.

Traducción de Manuel García Valadez.

I
幼年時
私の上に降る雪は
真綿のやうでありました

    少年時
私の上に降る雪は
霙のやうでありました

    十七-十九
私の上に降る雪は
霰のやうに散りました

    二十-二十二
私の上に降る雪は
雹であるかと思はれた

    二十三
私の上に降る雪は
ひどい吹雪とみえました

    二十四
私の上に降る雪は
いとしめやかになりました……

II
私の上に降る雪は
花びらのやうに降つてきます
薪の燃える音もして
凍るみ空の黝む頃

私の上に降る雪は
いとなよびかになつかしく
手を差伸べて降りました

私の上に降る雪は
熱い額に落ちもくる
涙のやうでありました

私の上に降る雪に
いとねんごろに感謝して、神様に
長生したいと祈りました

私の上に降る雪は
いと貞潔でありました

I

Infancia
La nieve cayendo sobre mí
era como capullos de seda.

Niñez
La nieve cayendo sobre mí
era como aguanieve.

17-19
La nieve cayendo sobre mí
se esparcía como granizo blando.

20-22
La nieve cayendo sobre mí
la sentía tornar en pedrisco.

23
La nieve cayendo sobre mí
parecía una terrible ventisca.

24
La nieve cayendo sobre mí
se volvió muy silenciosa…

II

La nieve cayendo sobre mí
desciende como pétalos,
se oye el sonido de leña ardiendo
cuando el cielo helado se oscurece.

La nieve cayendo sobre mí,
sumamente tierna,
caía tendiendo sus manos.

La nieve cayendo sobre mí
parecía lágrimas vertidas
sobre una cálida frente.

A la nieve cayendo sobre mí
le ofrecí gratitud sincera, a Dios
recé por una larga vida.

La nieve cayendo sobre mí
era profundamente casta.

«Canción de infancia» Nakahara Chūya.

Traducción de Sonia Arab.

El pueblo
impone la boda
de mi madre.
Trenzan flores
en su pelo,
malva y llantén,
la visten de tul
y de encaje.

Ella mira
por la ventana, inmóvil,
como si posara para alguien.
Ajustan las cintas,
aprietan el corsé,
la llevan descalza
al campo llovido
para que su vestido
se impregne de agua.

Los pétalos caen
de su corona,
barro y pasto
entre los dedos de los pies.

Caminamos
barriendo el suelo
con ramos de lavanda
para que ningún animal
siga sus huella
y el novio
no la pueda
encontrar.

Natalia Litvinova.

Poema perteneciente a su poemario Cesto de trenzas (La Bella Varsovia, 2018).

Las aguas perturbadas de la memoria
no se alisarán.
Todos los días me iré de mi niñez.
Regresaré sucia antes de que anochezca
y me sentaré a la mesa.
¿Viste si floreció el lino? preguntará mi padre.
Mi madre le ofrecerá té con descuido,
molesta por algo que desconoce
o desatenta con lo humano, como si se imaginara
danzando entre las hermanas flores.
El tiempo se mueve en ríos subterráneos
y las aguas turbulentas del recuerdo no descansan.
Esa madre servirá té para siempre,
ese padre se irá una y otra vez.
No levantaré la mirada para verlo,
lo reconstuiré como una ciega,
como las imágenes salpicadas
en los lienzos de Pollock.

«Lienzo de la memoria» Natalia Litvinova.

Poema perteneciente a su poemario Siguiente vitalidad (La Bella Varsovia, 2016).

En las célebres Coplas a la muerte de su padre (1476), Jorge Manrique reflexiona desde el dolor de la pérdida de un ser querido acerca de las diversas caras que tiene el sino de todo ser humano: “los jaezes y cavallos de su gente y atavíos tan sobrados ¿dónde iremos a buscallos? ¿Qué fueron sino rocíos de los prados?”[1]. En esta estrofa XIX se expone con gran belleza y no sin un cierto punto de angustia la pervivencia de los objetos terrenales más allá de la existencia de las personas que los poseyeron. Muchos autores han seguido esta idea, entre ellos, Jorge Luis Borges:

“¡Cuántas cosas, láminas, umbrales, atlas, copas, clavos, nos sirven como tácitos esclavos, ciegas y extrañamente sigilosas! Durarán más allá de nuestro olvido; no sabrán nunca que nos hemos ido”[2].

Efectivamente, la materialidad de los objetos, inertes y a la vez poseedores de una longevidad envidiada por el ser humano, ha sido una idea fecunda en la historia de la literatura. Menos asiduos al desarrollo de este tema han sido los pintores. Precisamente por este motivo es tan gratificante estudiar la obra de Cristian Álvarez (2001). ¡Larga vida a los juguetes que poseímos!, parecen decir los dos primeros proyectos de Álvarez. Graduando en Bellas Artes en la Universidad de Sevilla, este gallego viene desarrollando un estilo pictórico figurativo basado en un cuidado dibujo, atrevidas y equilibradas composiciones y un asombroso manejo de la luz para crear espacios y formas que el espectador logra reconocer en el campo de lo sensible[3].

Si bien valoramos su labor como retratista, sus proyectos Pintura de bolsillo y Márgenes son los que han alimentado nuestra imaginación y motivan el presente texto. El primero explora la temática de representación de los juguetes en óleo sobre tabla y óleo sobre lienzo en formatos pequeño y mediano. El segundo proyecto ahonda en la misma idea, pero prestando mayor atención al paisaje donde la vida del juguete tiene lugar, incorporando la técnica del óleo sobre papel y acrílico sobre papel con formatos similares al anterior. De ambas series vamos a tratar especialmente Juanele en la ciudad (60×60), Édouard, Gran retrato Heroico (146×89), La morada espiritual (70×50), las composiciones denominadas Idilio I e Idilio II y el interesante tríptico Castillo Interior (240×100).

Como decimos, aunque no han sido los pintores y artistas plásticos tan proclives a esta temática como los poetas, existen ejemplos bien conocidos. Entre ellos podemos citar a Francisco de Goya, quien pintó minuciosamente un cochecito de juguete en Los duques de Osuna y sus hijos (1788, Museo del Prado) y trabajó las formas de un monigote en el conocido cartón El Pelele (1790, Museo del Prado). Bajo propósitos personales, Paul Klee creó a partir de 1922 marionetas y muñecos de trapo para su hijo Félix, figuras hoy reconocidas como obras de arte (The Paul Klee Museum, Bern, Suiza). Y no podemos olvidar a Jeff Koons y sus icónicas imágenes Balloon Dog (1994-2000).

Sin embargo, se le debe el honor a María Blanchard el haber sido la primera pintora que exploró plásticamente esta temática. Su obra Juguetes (1920, Galería Juana Mordó) presenta en el centro de la composición un caballito balancín sobre una mesa con otros objetos infantiles: un trompeta, un tambor, una caja y una pelota pequeña. El estilo de la pintura viene condicionado por la experimentación cubista, lo que revela vanguardia y un estrecho contacto con grandes artistas del movimiento, como Picasso o Juan Gris.

Salvando la distancia temporal y los objetivos de los artistas arriba mencionados, Álvarez ahonda en la relación entre la pintura y la literatura: el soporte es de papel, el formato de la primera serie imita al del libro, la arquitectura que pinta en su segunda serie está hecha de papel. Con todo, parece partir de dos propósitos con los que trabajar cada obra: la dotación de un halo de vida con la que «humanizar» los juguetes y la construcción de un escenario donde desarrollar sus historias. La humanización la consigue mediante la personificación de los rostros, forjando sonrisas cálidas y miradas entrañables, así como en los títulos de cada obra, que nos acercan a la intimidad de los nombres y el cariño de quien los puso; véase por ejemplo el amable rostro de Juanele en la ciudad. Por otra parte, la construcción del escenario la logra a través de un magistral juego de luces y sombras, por medio de la creación de profundidades proyectadas en perspectiva o a partir de unos espacios que se intuyen gracias a la distribución de los colores; buenas muestras de ello se observan en Édouard, Gran retrato Heroico y La morada espiritual.

¿No es lo heroico un tema especialmente literario? Tal vez exista un cierto carácter de epopeya en sus obras. Sin duda subyace una evocación mitológica infantil a la cual el ser humano puede sentirse identificado. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que su Édouard está representado a la manera del Pablo de Valladolid de Diego Velázquez o El niño del pífano de Édouard -¿hay ecos en el nombre?- Manet. Se juega con la personalidad y virtud del retratado con ambigüedad. Apreciamos una «majestuosidad contradictoria», pues son personajes que reflejan una condición que no le pertenece.

Todas estas intenciones y ejercicios expresivos llegan a su plenitud con las que para nosotros son sus mejores creaciones: Idilio I e Idilio II y el tríptico Castillo Interior. La decisión de incluir flexos en estas pinturas no solo permite al artista explotar el claroscuro, sino que también revela la imagen de una habitación juvenil, común en las casas occidentales. Idilio I es una composición sugerente, llena de símbolos que traen recuerdos de niñez a quien la observa: una cama individual, un mono y un burro de peluche, sábanas, almohadas. Todo ello resuelto desde distintos puntos de vista, uno cenital que proyecta la mirada del espectador hacia el fondo, espacio final donde se aprecia el somier que vertebra la composición, y otro enfoque que parece ser desde el suelo de la habitación, donde se asientan los juguetes, el colchón, las sábanas y el flexo. Según la reconstrucción intelectual que iniciemos en cada caso, el color cálido anaranjado que envuelve el conjunto transformará la sensación de profundidad de las formas.

Con Idilio II, la sensación de claroscuro llega a convertirse en una renovación del tenebrismo, la materialidad difuminada del peluche tumbado de espaldas transluce la luz del flexo y proyecta a su alrededor un rico cromatismo.

En el caso del tríptico Castillo Interior, el efecto se halla en la esfera de lo onírico. El fondo completamente negro nos transporta al anochecer de las habitaciones infantiles. Solo las luces proyectadas sobre los objetos distribuidos por el suelo, unos castillos de papel recortado y un burro de peluche tumbado boca abajo evocan el estado compartimentado de una habitación que nos resulta muy familiar. La elección de la paleta de colores es soberbia y los flexos se convierten en una excusa para ofrecer una sensación que podríamos denominar «calidez nocturna». A pesar de la aparición de tonos fríos y el negro telón de fondo, el conjunto transmite la impresión de «hogar», impresión que no se disipa si decidimos incluso apartar de nuestra mente la presencia del juguete infantil.

Más arriba comentamos la construcción cubista de Blanchard, en el caso de los trabajos que nos ocupan de Álvarez, la naturalidad de las composiciones de las figuras «inanimadas y animadas al mismo tiempo» genera otro efecto en sus obras, dejándose llevar por la heurística de cada escenario. De un lado, la elección de los peluches conlleva la aceptación de la blandura de sus tejidos, permitiendo el desarrollo conceptual de posiciones naturalistas que de otra manera serían imposibles de representar. Ese libre juego de rigidez y deformación verosímil permite al pintor construir con los juguetes escorzos atrevidos, contrappostos novedosos y claroscuros proyectados a través de sus bordes esponjosos. De otro lado, la proyección de los espacios desde distintas perspectivas no obedece a ninguna norma tridimensional preestablecida, ora ofrece fondos exteriores con nubes, ora espacios neutros.

Al igual que hacía Velázquez en los retratos de los hombres de placer del rey Felipe IV (a fin de cuentas «juguetes» de la alta sociedad), esta temática es para Álvarez una excusa para trabajar la perspectiva y las formas, proyectar texturas complejas como son los pliegues del papel y lo mullido de un muñeco infantil.

Por último, tampoco descuida el mensaje. Ahora bien, ¿cuál puede ser el mensaje? Para responder con propiedad, nos parece oportuno recordar a Oscar Wilde: “Cada día me resulta más y más difícil estar a la altura de mi porcelana china”. La célebre frase atribuida al poeta irlandés refleja la angustia que siente el ser humano por su deterioro físico frente a la belleza eterna de los objetos artísticos, los cuales perduran en su plenitud, impasibles ante nuestra naturaleza efímera[4]. En el trabajo de Cristian Álvarez se nos invita a reflexionar sobre el momento de abandono consciente de unos objetos muy especiales, concretamente en el transcurso de nuestra niñez a nuestra adolescencia: los juguetes y las construcciones fugaces que nos acompañaron en nuestro proceso de aprendizaje sobre el mundo y a socializar con los de nuestra especie[5]. Estos compañeros desaparecieron de nuestra vista, pero permanecieron en la esfera de lo real y en nuestro subconsciente[6].

[1] Manrique, Jorge: Coplas a la muerte de su padre (Ed. Vicente Beltrán, 2015). Madrid: Biblioteca clásica de la Real Academia Española, 1476.

[2] Borges, Jorge Luis: Antología poética 1923-1977. Bogotá: Oveja Negra, 1986, p. 85.

[3] Nos referimos naturalmente al mundo de lo sensible en la teoría filosófica clásica acuñada por Platón, es decir, la representación de la realidad material que puede reconocerse visualmente. Sobre su interpretación en el mundo del arte, véase: Niedermaier, Alejandra: “La distribución de lo inteligible y lo sensible hoy”, Cuadernos del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación, n.º 43 (2013), pp. 33-51.

[4] En The Picture of Dorian Gray (1890) reflexiona precisamente sobre la idea de longevidad de los objetos frente a la fragilidad del ser humano.

[5] En esto mismo se fundamenta la teoría háptica, la cual postula el aprendizaje desde el sentido del tacto: Read, Herbert: Arte y Alineación. Buenos Aires: Proyección, 1976, p. 132.

[6] No en vano, el objeto más preciado del personaje ficticio multimillonario Charles Foster Kane fue su trineo Rosebud: Welles, Orson y Mankiewicz, Herman J.: Citizen Kane. Mercury Productions, 1941.

  David Caramazana Malia.