Sumergidas las manos
en agua caliente, escucho:
no un estallido, el fin del mundo
será poco a poco.
Me rodean las voces
de la radio y esta primera
luz de la mañana.
Pienso en todo lo que en la vida
se irá apagando. El naranja
ya gris de los duraznos que esperan,
las brasas, tu voz, en algún momento
mis muslos tranquilos. La inercia
del movimiento y el calor en los cuerpos
de los animales salvajes. ¿En qué punto
de la línea del tiempo podremos
señalar el fin de algo, los elementos
precisos y sus contornos?
Mis dedos se ablandan, la luz
ya no baña lo mismo que antes.
«Sumergidas las manos» María Vañó Ferrer.