Sumergidas las manos
en agua caliente, escucho:
no un estallido, el fin del mundo
será poco a poco.
Me rodean las voces
de la radio y esta primera
luz de la mañana.
Pienso en todo lo que en la vida
se irá apagando. El naranja
ya gris de los duraznos que esperan,
las brasas, tu voz, en algún momento
mis muslos tranquilos. La inercia
del movimiento y el calor en los cuerpos
de los animales salvajes. ¿En qué punto
de la línea del tiempo podremos
señalar el fin de algo, los elementos
precisos y sus contornos?
Mis dedos se ablandan, la luz
ya no baña lo mismo que antes.

«Sumergidas las manos» María Vañó Ferrer.

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No hay en esta casa
rincón alguno que sacie
el murmullo de las horas.
Los grifos se consumen
a la espera de una aguja
que pespunte el placer.
Nadie sabe
qué pide la garganta.
El origen de esta urgencia
que hormiguea la voz
radica en la carne
o quizás
en la dejadez del tiempo
sobre la piel abatida
en la escarcha.

«La sed» José Olmo López.

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Mamá guarda en su lengua
una madeja.
La palabra cosida en su boca exige
volver
al lugar
exacto.
Recordar es
trenzar
fuertes bridas
enseñar
a la mano ciega
a guiarse en el silencio
porque aun habites tu casa
el dolor está dentro
pero mamá dice
no temas
a la profundidad de la memoria
la muerte es
e l h i l o
la marca de haber estado.

«Hilos» Enriqueta Ulzurrun de Asanza y Vega.

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la sangre serena ante los grillos,
como espejo de luz
la superficie líquida: dientes de gotelé.
imagen inmóvil excepto el río
Paciencia, heroísmo vegetal
quién puede decir que el monstruo
es de carne latente
quién imagina la circulación congelada
quién explica el mordisco letal
de un enorme feto ahogado

«cocodrilo» Clara Llano.

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l
me esperas
ansioso
en el vientre
pero yo no puedo recibirte
no existen el pan
ni los abrazos

ll
cómo escarbar en las entrañas
encontrarte
en el abismo de lo sólido
decir sí
estoy contigo
precipitarme a lo llano
no tener miedo
de buscar el sustento
entre las vísceras

lll
jugar
en las entretelas de lo blando
exponerse a la luz
de lo oscuro
correr al sinsentido
cuando no se pidió nacer

«Génesis» María Fernández Albarracín.

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Para que tú existas
con todos los músculos
adheridos a los huesos,
introduzco tus cenizas
en el interior de mi vientre.
Sólo ahí eres posible:
musgo caliente,
detritus de hojarasca.
Sin cuerpo, me desciendes,
como lava recién parida.

«Sólo ahí» Marina Serrano.

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I
Así
me presento ante tus ojos:
dos pies de barro
y las manos sucias, cubiertas
del vino que derraman las bayas,
del higo arrugado,
rescatado
del último huerto
que planté para ti.

II
solo queda un hueso
entre la hierba: brilla único en la noche.
me pregunta él
si no me he cansado del dolor,
del bosque de agujas mentirosas
y de una caminata apagada en la que no hay nada
y no existo.
mira:
está en este hueso el brillo lunar
y una tristeza envenenada
a la que siempre gano el puño.
la victoria infectada
sigue siendo victoria.

«Así» Paula Pérez Rey.

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¿vi a mi abuelo
comer higos alguna vez?
acaso fuimos una familia
en el límite del verano

«¿vi a mi abuelo» Carla Santángelo Lázaro.

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cuando mi abuelo comía higos
era como un sueño
los dedos machados
sobre el plato
agosto
el sol
volvía transparente el agua
de la piscina
he olvidado por completo
su voz
a veces imagino que vuelve
de cuclillas
enciende el fuego
volcado hacia el vacío
mi hermana y yo
miramos su figura
de espaldas
le pregunto en nuestra lengua
què diries ara?
potser res
però si fora una paraula, només una?1
olivo
atardecer
pino
casa

ja sou dues dones
escolteu:
no hi ha res més després de sa mort
només noltros una altra vegada2
dejo dos plantas
sobre la tumba
con un trapito cuidadosa
quito el polvo
de su nombre

tomo notas para él
como si pudiera ver algo
un pedazo de cielo
sus ojos
cada árbol plantado
tierra adentro

ahora lo sé
mi abuelo está más vivo
en la escritura
de lo que estuvo
en la vida.

«cuando mi abuelo comía higos» Carla Santángelo Lázaro.

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Esto dije y no me arrepiento:
“Arrugado estoy” y sigo,
como el mantel de un bar
a medianoche.
También tú, quieta,
viendo pasar a los ciclistas
al otro lado del río,
gritando canciones
que no escucharemos juntos,
que no volverán a verme.
“Quiero parar de golpe”
dije también,
ya vendrá después el ruido,
la escarcha,
la grasa cristalina, mírala,
manchada de sangre
y de arena
y al final el hambre,
siempre el hambre,
vendrá seguro
cuando pase todo.

«Fue así» Manuel Pérez Matesanz.

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